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lunes, 5 de diciembre de 2011

Breve lección metatrancosa sobre el “idioma cubano”

El cubano, por idiosincrasia, es alegre, creativo, desenfadado, irreverente y, a no dudarlo, hiperbólico. En su léxico hay un colorido y un gracejo sin par –herencia, tal vez, del sur de España misturada con vocablos de origen africano y otras latitudes del mundo, fenómeno que no sucede sólo con el habla popular cubana sino que es una tendencia universal de los idiomas.

El habla popular cubana ha sido tratada epistémicamente tanto desde la óptica etnológica, antropológica y sociocultural como en el plano sociológico y puramente lingüístico a lo largo de su historia por investigadores del reconocimiento de Don Fernando Ortiz, quien en 1923 ya había publicado su Catauro de cubanismos –libro que más tarde, en 1974, dio origen al Nuevo catauro de cubanismos, en los que, con más interés etnológico y antropológico que lingüístico, se compilan miles de significantes del léxico popular cubano.

Ya para 1985, y con un interés más marcado por la lexicografía y la semiótica, después de años de investigación, Argelio Santiesteban Pupo publicó el Diccionario del habla popular cubana de hoy, que, a mi modo de ver, es un texto cardinal para cualquier especialista que desee ahondar en el modo en que los cubanos se comunican diariamente, sin discriminación ni imposturas.

Sería una perogrullada decir que la lengua es un ente vivo, y por tanto, diacrónica, y se revitaliza con el uso que de ella hace la comunidad lingüística. Pero es bueno recordar que cada comunidad lingüística imprime en el habla, y por tanto en la lengua, un sello que la distingue. No estaría de más tampoco recapitular que lengua, idioma, dialecto, habla son categorías lingüísticas con peculiaridades que las separan y unifican a la vez. Del mismo modo habría que apuntar que dentro del léxico se exponen al tráfico del habla dos modalidades: léxico activo –que se alimenta de viejos significantes y significados junto a los que surgen de la comunicación cotidiana- y el léxico pasivo, que es ese otro en que se atesora la vastedad de semas que ayudan a la compresión de diferentes lenguajes, contextos y especialidades humanas.

Siendo así podemos conjeturar que la vieja norma haitiana del francés dio lugar al creole, que la norma del castellano argentino originó el lunfardo, mientras, la norma del español en Cuba ha producido el cubiche, que, por supuesto, no son idiomas, pero se van abriendo paso de manera arrolladora en el habla popular y penetrando con fuerza la literatura.

Del mismo modo en que la aurícula latina devino oricla y más tarde oreja todo significante está expuesto a permutaciones que los doten de un nuevo significado, o viceversa, por sobreposición o extenuación de uno o del otro

La sobreposición de significados se advierte cuando un término designa, por antonomasia, o por decantación, una de sus acepciones posibles, en tanto que la extenuación de significados se produce cuando el habla se resiste a mantener el uso de los significados acumulados en la lengua. Ello ocurre también con los significantes que se extenúan cuando el habla decanta algunos fonemas del vocablo o se sobreposicionan cuando el vocablo toma elementos de uno ajeno.

No es de extrañarse entonces cuando un cubano de la zona oriental asimila la sibilante intervocálica y en vez de pronunciar periodista dice periodita o cuando un habanero permuta la vibrante R por la gutural G y pronuncia pagque en vez de parque o un campesino de la región más occidental de la isla cambia la vibrante por una nasal y pronuncia tomanagua por tomar agua, ello se debe indudablemente al impacto que produce la comunidad lingüística en el habla y la lengua.

Todo idioma es hijo de una sociedad y de un tiempo y está justificado por la evolución que sufre cada lengua en su transcurrir comunicativo. Así que cuando alguien le pregunte cómo se dice dólar en cubano, respóndale sin pena: varo; o jeva, cuando le indaguen por muchacha; o jinetera cuando la cuestión sea ramera; o lagarto, cuando el asunto sea la cerveza; o chiva, cuando se deba definir a un delator, o penco cuando se trate de un cobarde. El habla y la lengua se enriquecen con cada significado que adopta cualquier significante. No se avergüence ni se sienta vulgar, eso pasa hasta en las lenguas más viejas y refinadas del planeta.

1 comentario:

  1. Gracias Manuel por esta buena lección. Se entiende muy bien... Me la llevo. Gracias.

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