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viernes, 31 de agosto de 2012

Pues para querer, con sinceridad, hay que tener psicología

No sé por qué la romántica llegada de la hija del vicepresidente cubano Marino Murillo a Estado Unidos me ha recordado aquel viejo bolero que cantaba en mi infancia Lino Borges y que, más que moverme a creer en la autenticidad del amor, me hacía pensar en las trapisondas de algunos Casanovas para una conquista expedita.

No dudo, por supuesto, de la fuerza del amor. Pero sí dudo mucho de que un agente de inmigración se deje enternecer a estas alturas de la vida por una historia de Montescos y Capuletos tropicales y contravenga una ley que sólo es válida para perseguidos políticos.

La ley de ajuste cubano no contempla en su articulado ningún inciso dedicado al exilio por amor. Por lo que, o Glenda Murillo mintió cuando se presentó en la frontera, o Idania Díaz ha mentido a los medios de prensa cuando ha afirmado que su sobrina dejó Cuba por razones personales y no políticas.

La psicóloga Glenda Murillo Díaz llegó desde México a Laredo, Texas, alrededor del 16 de agosto, según han informado varias fuentes y fue admitida con un parole emitido bajo la política de “pies secos, pies mojados”, que permite quedarse a los cubanos que pisan territorio de Estados Unidos, y más si son hijos de papá porque eso da pie para una buena pachanga.

Glenda, por supuesto, traía los pies secos. No es en balsa que escapan los niños dorados del socialismo. Pero, según su tía, debía tener muy mojada otra zona del cuerpo. No sean mal pensados. Me refiero a ese sudor en las manos que nos asalta involuntariamente cuando intuimos que nos encontraremos con la persona amada. Y el agente de inmigración se rigió estrictamente por la letra de la ley. Trae los pies secos. Pues pasa. No importa que otras humedades le lleguen a los tobillos.

La letra se cumple. Lo que sufre es el espíritu de la ley. Y el espíritu es cosa de Dios no de guardianes fronterizos.  Y, por favor, no piensen en la acepción psicológica del término fronterizo. Eso complicaría el asunto hasta para quienes concibieron la ley.

El caso es que no solo Glenda ha mentido para obtener el beneficio que generosamente el gobierno de los Estados Unidos concede a los cubanos, sino que ya se ha vuelto tradición ingresar como exiliado y luego comportarse como emigrante para no perder los beneficios que el gobierno cubano ofrece a sus emigrados y niega a sus exiliados.

Y Glenda es psicóloga y cubana. Cómo no aprenderse el bolero y cantarlo a viva voz: Pues si para volver, con sinceridad, hay que tener psicología.



jueves, 30 de agosto de 2012

Los rudos centinelas


Ya no puedo escribir sin que me asalten
los rudos centinela del recuerdo.
Me emboscan con sus tropas de olvidos
y bordan cicatrices de memoria.

Una muchacha amable se borra en los retratos
y me obliga a cristales para que no se escape.
El viaje que emprendí ha extraviado el boleto
y su brújula rota me deja sin retorno.

Expiró mi licencia de manejar al sueño.
Pareciera que voy
de espaldas a mí mismo
y me encuentro distante, ensimismado.

No avanzo: rememoro
que es distinto a vivir con los ojos al frente.

Es cierto, no me quejo,
pero ya me aprendí las tretas del reloj.
La punta de mis pies va en lo talones
y envidio con ternura mis antiguas piedades.

viernes, 17 de agosto de 2012

Anagnórisis



Lo que he vivido soy.
La resistencia
de cabalgar los días, sin délficos augurios,
sin caracoles rústicos.
El sueño de llegar hasta una luz
que era simple crepúsculo.
Empeño de atrapar con volutas de humo
las cumbres que en tinieblas mostraba
el devenir hacia olvido.

La nada es esa casa en que habitamos
creyendo que el pincel que la dibuja es diestro
en porvenires y caminos.
Ceguera proverbial la de los ojos,
cristal sin más recuerdos
que un paisaje difuso.

Ese niño cadáver rescatado en tardes de nostalgia
y unas espadas
rotas herencia del abuelo.
Unos recuerdos rencos
donde el lodo ahora es joya,
la palabra
una apuesta neciamente calcada de quienes
la llenaron de agonía,
la ruta un recoveco
que concluye en el sitio donde se comenzó.

Lo que he vivido soy.
Esa inocencia
que de creerlo todo morirá sin creencias.



miércoles, 15 de agosto de 2012

La límpida canción



Siempre se quiebra,
el cántaro se quiebra.
Siempre se quiebra el cántaro.

Pero canta la fuente,
siempre la fuente canta
sin darse cuenta apenas
que ella también es cántaro

Se necesitan miles,
millones,
interminables cántaros
sedientos
para acallar la límpida canción de la fontana,
pero una tarde calla.

Llega a la fuente el cántaro
se sacia,
se desborda,
se derrama,
quiere agotar el agua
que de la fuente mana.

El cántaro se quiebra
siempre
la fuente canta
aunque una tarde exacta,
astillas de la nada
silencian su garganta.

El agua que es el alma
simplemente se escapa
no explica la canción
sólo la canta.