No sé por qué la romántica llegada de la hija del vicepresidente cubano Marino Murillo a Estado Unidos me ha recordado aquel viejo bolero que cantaba en mi infancia Lino Borges y que, más que moverme a creer en la autenticidad del amor, me hacía pensar en las trapisondas de algunos Casanovas para una conquista expedita.
No dudo, por supuesto, de la fuerza del amor. Pero sí dudo mucho de que un agente de inmigración se deje enternecer a estas alturas de la vida por una historia de Montescos y Capuletos tropicales y contravenga una ley que sólo es válida para perseguidos políticos.
La ley de ajuste cubano no contempla en su articulado ningún inciso dedicado al exilio por amor. Por lo que, o Glenda Murillo mintió cuando se presentó en la frontera, o Idania Díaz ha mentido a los medios de prensa cuando ha afirmado que su sobrina dejó Cuba por razones personales y no políticas.
La psicóloga Glenda Murillo Díaz llegó desde México a Laredo, Texas, alrededor del 16 de agosto, según han informado varias fuentes y fue admitida con un parole emitido bajo la política de “pies secos, pies mojados”, que permite quedarse a los cubanos que pisan territorio de Estados Unidos, y más si son hijos de papá porque eso da pie para una buena pachanga.
Glenda, por supuesto, traía los pies secos. No es en balsa que escapan los niños dorados del socialismo. Pero, según su tía, debía tener muy mojada otra zona del cuerpo. No sean mal pensados. Me refiero a ese sudor en las manos que nos asalta involuntariamente cuando intuimos que nos encontraremos con la persona amada. Y el agente de inmigración se rigió estrictamente por la letra de la ley. Trae los pies secos. Pues pasa. No importa que otras humedades le lleguen a los tobillos.
La letra se cumple. Lo que sufre es el espíritu de la ley. Y el espíritu es cosa de Dios no de guardianes fronterizos. Y, por favor, no piensen en la acepción psicológica del término fronterizo. Eso complicaría el asunto hasta para quienes concibieron la ley.
El caso es que no solo Glenda ha mentido para obtener el beneficio que generosamente el gobierno de los Estados Unidos concede a los cubanos, sino que ya se ha vuelto tradición ingresar como exiliado y luego comportarse como emigrante para no perder los beneficios que el gobierno cubano ofrece a sus emigrados y niega a sus exiliados.
Y Glenda es psicóloga y cubana. Cómo no aprenderse el bolero y cantarlo a viva voz: Pues si para volver, con sinceridad, hay que tener psicología.
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