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domingo, 15 de agosto de 2010

Poeta bajo palabra, crítico de porque yo lo digo

Se puede, claro está, ser poeta sin haber publicado jamás un verso. Conozco cientos de ellos. Pero no presumen de serlo, porque siquiera saben que lo son. Viven como tales, pero no les importa. Hacen de su vida la poesía, pero no la posan. Transcurren con el alma encaramada en la belleza, pero no la impostan. A esos los admiro.
Quienes me dan lástima son aquello que—incapaces de un audaz oximorón, de un pensamiento lúcido, de una sonoridad fúlgida, de un sentimiento auténtico—andan—cartapacio emborronado bajo el brazo—exigiendo o mendigando a todos que les crean poetas. Es como si clamaran a gritos: te juro por mi madre que soy un gran poeta.
Pero si lástima me dan los malditos de ellos mismos, los críticos de adjetivos pomposos sin otros argumentos que su sectarismo, me dan asco. Por supuesto que todos tenemos el derecho de opinar, pero los demás tienen el derecho de no creer en nuestra opinión. No por decir Radeúnda Regoiferos es una gran poetisa ya se autentifica la condición. Eso hay que probarlo. Es necesaria la exégesis, la argumentación teórica con respaldo de la gnosis lírica. La analogía, como punto de partida del conocimiento autoriza el criterio. Pero eso se condimenta con estudio, investigación, academia. No se puede ser Madelín Cámara o Luisa Campuzano o Aimé González Bolaño con tercer grado de escuela primaria. Hay que estudiar para explicar, para establecer autoridad como ellas. No es cualquier zapingo especialista. Y por más que gruñan, pataleen, agredan, impongan que Radeúnda Regoiferos es una gran poetisa, a falta de sedimento cultural, terminan apostillando: lo es porque lo yo digo. Y es cuando uno se pregunta, ¿y quien coño eres tú?

miércoles, 11 de agosto de 2010

Mi pueblo, nuestro pueblo (IV)

Todo líder tiene un programa. Un programa sometido a riguroso cotejo. Calculado. Cronometrado. Enfocado. Estilizado. Revisado, siempre hasta la saciedad. Lo primero es desterrar de él las palabras “no” e “imposible”. Tiene que ser la propuesta de un triunfador. Sin dudas. Sin fisuras.
Todo líder tiene una imagen. Una imagen peinada, manicurada, maquillada, vestida -con la humilde discreción que sólo los grandes modistas saben lograr pero que la mayoría no sabe distinguir-, fotografiada por el ángulo más noble, en el gesto más solemne o generoso o venerable, si es en familia, mucho mejor, eso da un toque de cotidianeidad muy enternecedor.
Todo líder tiene un propósito público, a lo sumo dos para sus discursos. No puede permitirse digresiones. Y este propósito debe estar vinculado a una necesidad perentoria del pueblo, y ha de repetirse en toda ocasión, fijarlo como un estribillo de una canción de moda. Si se trata, pongamos por ejemplo, de la construcción de viviendas para el pueblo, aunque lo interroguen sobre la salud, la educación, el desempleo, ha de ser breve y positivo también en esos temas pero inmediatamente retomar su propósito y hablar sobre las viviendas, porque los otros temas pueden ser el propósito de los contrincantes, y eso sería fortalecer la contraparte.
Todo líder tiene un currículo, y este currículo debe estar al alcance de todos, escrito en el lenguaje más sencillo pero deslizando, como al desgaire, algunos vocablos rebuscados que resalten la monumental cultura del líder, avalada por la mayor cantidad de títulos, diplomas y honores.
Con esta mixtura, conseguida en la retorta de los alquimistas de campaña, se va a la lidia, y el pueblo ha de saberlo, a pesar de aquel viejo decir de Antonio Machado, a través de su heterónimo, de Juan de Mairena: muchas cosas sabe el pueblo... escribir para el pueblo, ¿qué más quisiera yo? Y no olvido que, quizás, esa sabiduria del pueblo es lo que ha conducido a que en las elecciones actuales de casi todo el mundo, el por ciento de abstención sobrepase, en la mayoría de todos los comicios, el 40 por ciento; exceptuando, claro está, aquellas falsas elecciones de sociedades cerradas, de las que no puden creerse ninguna de sus estadísticas.

martes, 10 de agosto de 2010

Mi pueblo, nuestro pueblo (III)


Cuando los pueblos sepan que su única protección es, entre todos, salvaguardar el carácter independiente de cada individuo, dentro de un ámbito legal de unidad, respeto, tolerancia y solidaridad, serán pueblos más habitables.
Los pueblos acarrean y aúpan líderes creyendo que éstos los protegerán. Hay que despojar a los pueblos de esa visión idílica. Nadie es un agraciado providencial con poderes ajenos a su pobre humanidad limitada y perecedera.
A los líderes los elige el pueblo, y aunque algunos vengan dotados de ciertas habilidades para aglutinar y hacerse obedecer en la realización de faenas necesarias para todos, sin la energía de los pueblos son nada.
No son los líderes quienes protegen a los pueblo, eso es pueril y burdo paternalismo, y los pueblos no son criaturas indefensas. Son los pueblos quienes protegen a sus líderes cuando, de común acuerdo, los siguen hacia donde ellos suponen está el crecimiento, la prosperidad y la seguridad.
Los pueblos son el poder real. Han de elegir a quienes respeten su fuerza, sabiduría, cultura, tradiciones, y sobre todo, su posibilidad de revocarlos por la misma vía pacífica por la que lo eligieron.

sábado, 7 de agosto de 2010

Mi pueblo, nuestro pueblo (II)

Nadie tiene un pueblo. Los pueblos no pueden poseerse. A lo sumo, pertenecemos a un pueblo, somos parte de él. Enseñemos a nuestros líderes a olvidar la posesividad y a entender, por una vez de todas, lo que es el sentido de pertenencia. Los líderes necesitan de los pueblos. Ovejas que marchen al son de su caramillo hechizante. Mansos hombres y mujeres laboriosos que vuelquen el terruño para hacer de la semilla flor. Son los pueblos quienes los eligen y quienes lo erigen sobre sus propios cogotes.
Por eso, aquellos que pretenden el liderazgo burilan una imagen de aureola insospechada. Y normalmente esa imagen la crean a partir de cánones atípicos que tienen más de histriones de coreografías quiméricas que de seres humanos normales. Crean un ideal hierático e inmaculado tan distante del ser común que apabulla y embelesa.
Los pueblos, hartos de realidades crudas, de días angustiosos, de historias truculentas buscan en la idealidad sus soluciones. Y entonces la promisión de los eternos salvadores viene a solventar una necesidad utópica que hasta tanto no se derrumba, el hombre....pobre...¡pobre!
No Vuelve los ojos,
como cuando por sobre el hombro
nos llama una palmada…
Cuando los pueblos sean más realistas sabrán que la vida de una nación no es una novela rosa con un heroico galán apuesto y seductor. Cuando Cristo llegó eran muy pocos sus prosélitos. Fue necesario la cruz, la corona de espina para que lo creyeran. Sin embargo hoy se cuentan por millones sus seguidores. Quizás por eso pretenden mostrárnoslo con esa hermosura y beatitud.
Quizás el poeta argentino Jorge Luis Borges fue quien me diera la primera señal de alerta cuando escribió:
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío.
Ahora, en este mismo instante, cuando:
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?  no creo en salvadores, poses, ni discursos. Y repito que cuando los pueblos sepan que no necesitan líderes comprenderán realmente qué significa la democracia, la libertad y el poder.

viernes, 6 de agosto de 2010

Mi pueblo, nuestro pueblo

El día que los pueblos sepan que no necesitan líderes comprenderán realmente qué significa la democracia, la libertad, el poder. El día que los pueblos comprendan que son los líderes quienes requieren de los pueblos sabrán elegir con más prudencia, sagacidad y rigor, y sabrán también deponer al elegido con la urgencia a que convoca la cura del envanecimiento.
El pueblo es el poder. Lo líderes lo saben y por eso buscan su respaldo. Los pueblos han de aprender a quienes dan su respaldo. Los líderes deben aprender a consultar con sus pueblos antes de hablar en nombre de ellos.
Nadie tiene un pueblo. Es el pueblo quien tiene miembros a los cuales puede elegir para que administren su poder, pero eso no significa que el poder sea del designado.
El elegido es simplemente un ente con vocación de servicio y eso no le otorga otro poder que el de servir.
Las catástrofes sociales se producen precisamente cuando los líderes traicionan su vocación de servicio y pretenden poner a los pueblos a su servicio.

lunes, 2 de agosto de 2010

Dijo el general


La misma retórica. Precisa. Sin discusión. Elaborada con las antiquísimas palabras del mejor totalitarismo. El discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, en el Quinto Período Ordinario de Sesiones de la VII legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 1de agosto del 2010, no deja margen a errores. Se mantiene la postura de “Conmigo o Muerte”. Quienes creían en la posibilidad de reformas que flexibilizaran el férreo control político de la gerontocracia verde olivo han recibido la misma respuesta de siempre: “Varias agencias de prensa y autotitulados "analistas" del tema Cuba, dedicaron durante los días previos y posteriores al acto por el 26 de julio innumerables noticias y artículos en los que, tergiversando nuestra realidad, anticipaban con estridencia el anuncio de supuestas reformas en nuestro sistema económico y social y la aplicación de recetas capitalistas para encauzar la economía; algunos incluso se atrevieron a describir la existencia de una lucha entre tendencias en la Dirección de la Revolución y todos coinciden en reclamarnos cambios más rápidos y más profundos en la línea de desmontar el socialismo” dijo el general.
Pero no es el asunto de las reformas, que de antemano yo sabía no se producirán sino con la extinción de los dinosaurios y el fin de la era glacial en que Cuba se mantiene, lo que hace meditar. Es la manera en que enfoca Raúl Castro el asunto de los presos políticos. Dijo el general: Debo referirme a otro tema de actualidad. Por decisión soberana y en estricto apego a nuestras leyes, en los últimos días se completó la excarcelación y salida del país de los primeros 21 reclusos contrarrevolucionarios, de los 53 sancionados en el 2003 por delitos contra la seguridad del Estado. Transparente. Los liberados no deben agradecer a Orlando Zapata Tamayo, ni a las Damas de Blanco, ni a Guillermo Fariñas su excarcelación. Lo liberados no deben agradecer al gobierno español ni a la iglesia católica y a su cardenal la liberación, fue una decisión de gobierno en un acto de “generosidad”. Bonito. Los liberados no son presos políticos, son contrarrevolucionarios que atentaron contra la seguridad del Estado. Los liberados salieron del país, no se les desterró bajo presión.
Y para que nadie lo dude, el hecho de liberar a estos 53 opositores no significa que no se encarcelará a otros y que las draconianas leyes que les permite encarcelar por divergencias políticas se mantendrán. Dijo el general “…no resulta ocioso reiterar que no habrá impunidad para los enemigos de la Patria, para quienes intenten poner en peligro nuestra independencia.
Nadie se llame a engaño. La defensa de nuestras sagradas conquistas, de nuestras calles y plazas, seguirá siendo el primer deber de los revolucionarios a quienes no podemos privar de ese derecho. Es decir, una vez concluido el trámite de poner lejos de Cuba a los 53 presos que Amnistía Internacional reconoce como presos políticos, y con ello satisfacer los reclamos de las Damas de Blanco que durante más de siete años han marchado por estas liberaciones, se acaba el juego en el que involucraron a Miguel Angel Moratinos y al cardenal Jaime Ortega Alamino, y comenzará una nueva era en que los presos serán otros y otros los supuestos negociadores y así per secula seculorum, porque los hombre mueren pero los Castro son inmortales.

Heredad

No sé por qué republico este poema hoy. No podría explicarlo. Tampoco me interesa mucho explicarlo. Lo republico y basta.

Ayer era la risa
y era
la grácil placidez hacia la nada,
el intrépido paso hacia una cumbre
que una vez tramontada se trocó vacuidad.

Era el andar de prisa
y era
invulnerable anhelo hasta los cirros altos,
los castillos del aire
sin culpas ni heredades.

Ayer era.

El retorno, espejismo,
de aquella placidez hacia la nada,
del intrépido paso,
de la altura falaz.

Los castillos no estaban pero sobran las culpas.

Unas piedras de entonces han recobrado el brillo
y alcanzan su esplendor tan sólo en la memoria.

La historia -odalisca mañosa- se torna un laberinto
con sendas bifurcadas, púas para sortear, gemas
que nunca fueron pero el recuerdo inventa.

Ayer es hoy la nada.

No es el triunfo poción contra los tiempos idos
ni el revés desgarrón que eternamente duela.

El dragón despiadado del instante
lanza fuegos
y no se puede huir sino a las llamas.

Mañana es siempre pétalo que llega.
Sin regreso se nace como única heredad.