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martes, 10 de agosto de 2010

Mi pueblo, nuestro pueblo (III)


Cuando los pueblos sepan que su única protección es, entre todos, salvaguardar el carácter independiente de cada individuo, dentro de un ámbito legal de unidad, respeto, tolerancia y solidaridad, serán pueblos más habitables.
Los pueblos acarrean y aúpan líderes creyendo que éstos los protegerán. Hay que despojar a los pueblos de esa visión idílica. Nadie es un agraciado providencial con poderes ajenos a su pobre humanidad limitada y perecedera.
A los líderes los elige el pueblo, y aunque algunos vengan dotados de ciertas habilidades para aglutinar y hacerse obedecer en la realización de faenas necesarias para todos, sin la energía de los pueblos son nada.
No son los líderes quienes protegen a los pueblo, eso es pueril y burdo paternalismo, y los pueblos no son criaturas indefensas. Son los pueblos quienes protegen a sus líderes cuando, de común acuerdo, los siguen hacia donde ellos suponen está el crecimiento, la prosperidad y la seguridad.
Los pueblos son el poder real. Han de elegir a quienes respeten su fuerza, sabiduría, cultura, tradiciones, y sobre todo, su posibilidad de revocarlos por la misma vía pacífica por la que lo eligieron.

1 comentario:

  1. Sabias palabras, Manuel.
    ...y en esto, sencillamente, consiste la democracia bien entendida.

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