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sábado, 13 de marzo de 2010

Pieza de museo

Guardo una valiosa pieza de museo. No se trata de un Botticelli. Tampoco una estatuilla de oro puro burilada por la mano hábil de un maya o un azteca. No es siquiera un original de Víctor Manuel. Pero para mí tiene más valor. Su dueño verdadero me pidió que la recogiera en su nombre y se la conservara. Así lo he hecho. Quiero entregársela yo mismo, y en sus propias manos.
Sin embargo su dueño está dispuesto a morir. Hoy lleva dieciséis día en huelga de hambre y sed. Sobre la cama 8 de la sala de cuidados intensivos de un hospital en Santa Clara ha afirmado a Radio Martí: si tengo que dar la vida para que ningún hermano nuestro muera más, la voy a dar, y eso me aterra. Lo conozco demasiado. No es hombre de vanas palabras al viento.
Lázaro Guillermo Fariñas Hernández pone su pálpito en la voz, su sangre en lo que dice. Va por el mundo con el alma por fuera. Es de los que aún cree en la justicia, la verdad, el decoro, y se muere por ellos.
Si tengo que llevar su pieza a un museo en vez de a sus manos, ese día en que nos desternillaremos de la risa recordando cómo burló a la muerte, será culpa y vergüenza del gobierno cubano. Que se cuiden los dictadores. La historia es, no se inventa. Coco Fariña es la historia, y esta, la pieza que guardo y que él se ganó mientras hacía la historia.

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