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domingo, 28 de marzo de 2010
Viaje
Para mi amigo Gilberto Rosal, quien también sabe de lo innecesario de los apremios.
No es nueva esta estación. Un banco del andén
me concede el reposo. Espero sin premura.
Llegan más pasajeros. Silba a distancia un tren.
Se inquietan los viajeros, pierden la compostura.
Se apiñan, se codean. Todo se hace angostura.
Pareciera que fueran hacia el último bien
que quedase en el mundo. Es la caricatura
de un afán de mentira, retrato del desdén
por ellos y los otros. Yo espero. No me agito.
Agoté mis apremios cuando supe que el hito
más alto era la dicha de cambiar de estación
sin derribar al otro, sin la falsa ilusión
de que un llegar primero le diera conclusión
al tortuoso camino de este viaje infinito.
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