Yo detesto los días señalados. Aprendí a odiarlos en Cuba, donde siempre era 26. Donde lo sigue siendo. Allí los días no pasan. El tiempo se trabó en una bayoneta. Los relojes se descompusieron con una patada brutal del estatismo castrista. Por eso todos los días están señalados por la tristeza, la asfixia, el hambre, la desesperanza.
Regalarle hoy una flor a una mujer cubana dentro de la isla, más que ese acto hermoso y elogioso que es en todas partes, podría ser un insulto, un atropello.
Cómo regalarle una flor cuando le falta desde el aceite en la cocina hasta el detergente en el fregadero; cuando le falta desde el shampoo en el baño hasta la almohadilla sanitaria en la semana terrible. Cuando le falta la ilusión de que mañana será mejor.
Hoy quisiera, más bien regarle una esperanza, la gran esperanza que defienden cada día las Damas de Blanco.
Precioso y sentido homenaje a la MUJER CUBANA, verdadera heroína de la resistencia de esa cosa (mal) llamada "revolución cubana".
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