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viernes, 19 de marzo de 2010
Filantropía
Bendita soledad la que me ampara
de la hostil soledad de estar acompañado
de ese embrujo letal de ir disfrazado
de aquello que no soy. Será más clara
mi voz , serventía en que repara
su marcha el corazón. Iré callado
a conversar conmigo de lo hablado
con los hombres y Dios. Seré la vara
de mesurar la dicha y los dolores,
el basalto en el hombro, los hedores
de tantálicas aguas, el hastío
del viento, sus délficos rumores.
Bendita soledad esta que ansío
sabiéndome el amigo en que confío.
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Todos los que han paladeado la soledad absoluta sienten este poema como suyo.
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