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viernes, 4 de enero de 2013

Un día del cual tengo ya el recuerdo


Jueves será. Y se juramente o no Hugo Chávez, no pasará nada. Me gustaría pensar que sí. Pero no pasará nada. Si me pidieran que explique no podría más que recordar.

A la muerte de Vladimir Ilich Lenin la naciente Unión Soviética ardía en pujas, ardides e intriga. A sangre y trampas José Stalin se encaramó en el poder. A la muerte de Stalin volvieron las comidillas y los empujones. Al trono llegó entonces el jaranero Nikita Krushov y así, uno tras otros, la muerte fue raleando a la vieja estirpe. El batón llegó a manos de Mijail Gorbachov. Pasaron más de 70 años para que se reiniciara lo que Lenin había abortado en 1917.

Los comunistas aprendieron muy bien el arte de la sucesión. Y es que a todos les complace el goce de la eternización en el poder. Y saben conseguirlo convirtiendo “al muerto” en bandera y punta de lanza del heredero, aunque más adelante, impelidos por nuevas realidades, lo descuarticen.

En Cuba, luego de más de cuarenta años, Fidel Castro se vio impedido de seguir ejerciendo el eterno mandato. Su caída y decadencia hizo reflotar el viejo y sórdido ajetreo de cuchicheos, aspiraciones, conspiraciones y venganzas. Raúl Castro, el heredero designado, tomó las riendas, y hasta hoy. Nada pasó.

Venezuela palpita, se contorsiona. Pero la estirpe chavista sabe que tiene el poder y quiere retenerlo. Cómo lo hará. Como enseñó Lenin, como aprendió Fidel. Puede ser Diosdado Cabello, puede ser Nicolás Maduro. Ambos ya empezaron a convertir al convaleciente Hugo Chávez en bandera y punta de lanza. El 10 de enero jueves será y no pasará nada. Es un día del cual tengo ya el recuerdo.





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