El niño Conte me llamaba los miércoles. No hablábamos de poesía. No había tiempo para lujos del espíritu. Él en Miami, apremiado por la voracidad de una página digital, yo con el susto de que la policía política llegara en cualquier instante a arrestarnos. No podíamos entonces más que, como de soslayo, soltarnos algún verso famoso para entonar el día.
Lo prioritario era Cubanet y el periodismo independiente. No había ocurrido todavía la eclosión de sitios web y blogs sobre Cuba y desde Cuba que vino después. Era menester hacerle un espacio al periodismo alternativo. Y, en mi opinión, creo que lo conseguimos.
Los versos siempre quedaron para luego. Un luego que se prolongó. Que casi se pierde. Pero, ah, la poesía tiene sus trucos para permanecer. Ocurre que siempre hay un poeta que rescata al otro del olvido. Y entonces la magia regresa. Aquí los dejo con la magia de Antonio Conte, El niño, salvada por Carlos F. Cordero Muñoz.
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