Cuando muere un poeta ha de honrarse con su propia poesía. Viven de esa misteriosa sustancia que los dota de una mirada diferente y por eso ven la vida por el prisma de una verdad necesaria. Son ellos mismos y nada mejor que homenajeralos con lo mejor que nos dieron.
Wislawa Szymborska, premio Nobel de Literatura 1996, ha fallecido el jueves a los 88 años a causa de un cáncer de pulmón, y más que palabras hueras sobre ella, quiero dejarles estos dos poemas suyos.
Antes de recibir el Nobel, Szymborska era la poetisa más conocida en Polonia, pero después del galardón el mundo entero supo de aquella joven que ni bajo el dominio fascista perdió su fino sentido del humor ni la maestría para jugar con la palabra.
Cuenta su asistente personal, Michal Rusinek, que Wislawa murió en su casa, tranquila, mientras dormía, quizás soñando con las volutas del último cigarrillo de la fumadora incorregible que era, a pesar de las advertencias de los médicos.
Wislawa Szymborska había nacido el 2 de julio de 1923 en Bnin, cerca de Poznan. Vivió en Cracovia desde que su familia se trasladó allí en 1931. En su juventud sufrió la invasión nazi en 1939 y fue obligada a trabajos forzados en las líneas férreas. Más tarde estudió Literatura y Sociología en la universidad de Cracovia.
Autora de al menos 20 libros de poesía, entre los que se destacan: Vista desde un grano de arena, La gente en un puente y Sonidos.
Cálculo elegíaco
Cuántos de los que he conocido
(si de verdad los he conocido)
hombres, mujeres
(si esta división sigue vigente),
han atravesado este umbral
(si esto es un umbral),
han cruzado este puente
(si se puede llamar puente).
Cuántos después de una vida más corta o más larga
(si para ellos en eso sigue habiendo alguna diferencia),
buena porque ha empezado,
mala porque ha acabado
(si no prefirieran decirlo al revés),
se han encontrado en la otra orilla
(si se han encontrado
y si la otra orilla existe).
No me es dado saber
cuál fue su destino
(ni siquiera si se trata de un solo destino,
y si es todavía destino).
Todo
(si con esta palabra no lo delimito)
ha terminado para ellos
(si no lo tienen por delante).
Cuántos han saltado del tiempo en marcha
y se pierden a lo lejos con una nostalgia cada vez
mayor.
(si merece la pena creer en perspectivas).
Cuántos
(si la pregunta tiene algún sentido,
si se puede llegar a la suma final
antes de que el que cuenta se cuente a sí mismo)
han caído en el más profundo de los sueños
(si no hay otro más profundo).
Hasta la vista.
Hasta mañana.
Hasta la próxima.
Ya no quieren
(si es que no quieren) repetirlo.
Condenados a un interminable
(si no es otro) silencio.
Ocupados sólo con aquello
(si es sólo con aquello)
a lo que los obliga la ausencia.
Del montón
Soy la que soy,
casualidad inconcebible
como todas las casualidades.
Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.
En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.
Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos personal.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudido por el viento.
Alguien mucho menos feliz
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo un cristal de microscopio.
Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.
Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.
Un tipo de mala estrella
que para algunos brilla.
¿Y si despertara miedo en la gente,
o solo asco,
o sólo compasión?
¿Y si hubiera nacido no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?
El destino hasta ahora ,
ha sido benévolo conmigo.
Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.
Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.
Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien totalmente diferente.
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