El papa Benedicto XVI viajará a Cuba. Será una visita pastoral, una peregrinación en tributo a la madre de Jesús, según se ha dicho, y el hecho tiene todos los rasgos de lo irreversible.
Es una decisión soberana del Sumo Pontífice y del Vaticano. Tiene el poder, la voluntad, el derecho y la libertad –además del cetro, la silla gestatoria, el papamóvil, que ya la cosa no es en asno y sandalias– de hacerlo.
Lo hará, con perretas o sin ellas, como lo hizo Juan Manuel Santos desde Colombia, Dilma Rousseff desde Brasil y no lo ha hecho el mismísimo Barack Obama porque Hawai sigue siendo más cool que Varadero -eso se lo deja a los interesados en la onda pueblo a pueblo- y menos peligroso a los ojos de la oposición.
Por encima del papa, según los estatutos eclesiales, sólo Dios, ante quien ha de inclinarse uncido y contrito; por debajo, desde los purpúreos cardenales hasta el más humilde párroco, han de bajar el solideo, fervorosos y leales, frente a su presencia; y del rebaño, algunos elegidos –en las más de las veces muy celosamente elegidos– podrán besar su mano pulcra, manicurada, y la multitud postrarse en la distancia.
La jerarquía existe hasta en el amor a Dios, y los senderos del Ser Supremo, como se ha postulado, son inextricables, ¿para qué entonces intentar descífralos? Dejad que se recorran que Dios está atento.
Nosotros, sencillas criaturas de ese mismo Dios no tenemos el número telefónico del Creador para que nos dé la clave o quejarnos de la actitud de su representante en la Tierra. Únicamente podemos patalear para, en la creencia de la ubicuidad y omnipotencia divina y, aceptando que Dios todo lo ve y escucha, nos oiga y vea y sepa que hay una parte a favor y otra en contra de la gira del Santo Padre por la islita en que nos depositó.
Quienes afirman que con ello Benedicto XVI legitima una dictadura que pisotea, humilla, degrada, ultraja, tiraniza, prostituye la condición humana, son parte del rebaño y el papa debía oírlos para transmitirle su recado a Dios, en caso de que este, asediado por tantos conflictos y ruegos terrenales, no los haya escuchado.
Quienes opinan que la presencia del Obispo de Roma en Cuba es inocua, políticamente hablando, y que a Dios lo que es de Dios y a la dictadura lo que es de la dictadura, también el papa –no se sabe si con un gesto de aquiescencia socarrona, son en su mayoría liberales que tienden más al agnosticismo que a la prosternación religiosa– debía oírlos también porque del mismo modo son hijos de Dios.
Quienes desean usar el poder, la celebridad, la condescendencia del Santo Padre para validar o hacer visibles sus causas y aspiran, como en los debates congresionales a colgar perchas en todos los proyectos de leyes, también debían ser oídos por el papa porque como vástagos de Dios también fueron dotados de ese derecho natural, aunque parezca oportunista y tramposo.
Ya que es inevitable, ¿y quién sabe si hasta necesaria? la visita de Benedicto XVI a la casa de Cachita, y como he dicho antes el Vaticano tiene más de cinco siglos de experiencia en eso de elegir celosamente a quienes besarán la diestra del representante de Dios en la tierra, me parecería muy divino y muy humano que como hizo Noé ante la inminencia del diluvio universal –parece que es verdad porque lo relata desde la Biblia hasta el Popol Vuh– se seleccionara a un representante de cada especie y todos pudieran entrar al arca.
Si se reúne –frente a la inminencia del fecaluvio nacional que aldenamente confundimos con universal– con la nomenclatura, que se reúna con la oposición; si ora por la salud de unos, que rece por la salud de todos; si pide clemencia por unos muertos, que reclame la elevación de todos los muertos, porque Dios dio mano derecha e izquierda a sus criaturas, y aunque a unos los hizo diestros y a otros siniestros, todos son sus hijos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.