En la ponencia leída por el escritor cubano Arturo Arango en el panel sobre la esfera pública en Cuba organizado por el Centro Teórico Cultural Criterios como parte de la celebración de su aniversario 40, en La Habana, el 28 de febrero de 2012, y que una vez ante mis ojos provocó el post Arango con viejos bueyes, no solo se postula la redención del disenso y se ruega no se acuse de “neo-revisionistas” (como ocurrió en décadas pasadas con algunos que quisieron corregirle la plana a Marx cuando el gobierno lo había asumido como dogma inamovible) a quienes critiquen desde posiciones de izquierda, sino que se enarbola la nueva utopía de “democracia absoluta”, preconizada por la nueva izquierda europea y estadounidense, aún atontada por el fracaso del “socialismo real”, y a la cual él llama “socialismo democrático”, para, por elipsis, demonizar y excluir todo pensamiento de derecha. Y esa no es la sociedad inclusiva a que debemos aspirar.
Para que el “socialismo democrático” pudiera alcanzar una existencia real y fuera como rousseausianamente sueña Arturo Arango: “aquel donde los gobernantes, en lugar de mandar, obedezcan la voluntad mayoritaria de aquellos a quienes representan” (el pueblo como verdadero soberano) sería necesario que la mayoría aceptara ese socialismo como vía y ejerciera sufragio a su favor, y eso ya tiene nombre y se llama democracia representativa y a través de ella han ejercido el poder los gobiernos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, en España y François Mitterrand, en Francia, para nombrar algunos.
Pero la aspiración de Arango no es tan romántica, territorial o ingenua como pudiera parecer. Él aspira a una preminencia absoluta e intemporal del socialismo, y no solo en Cuba. Lo que se entronca con las posiciones neomarxistas de ver la globalización como la transición de la era imperialista al estadio de Imperio, y de Pueblo a Multitud, como proponen Michael Hardt y Antonio Negri, y desde ahí crear una República de la Multitud que vea como contraparte al Imperio y se confronte hasta alcanzar una especie de “comunismo espontáneo” en que el Estado-Nación no jugaría ningún papel ya que este habría desaparecido por la desterritorialización producida con anterioridad por el Imperio derrotado.
Pero ocurre que el propio artículo de la politóloga belga Chantal Mouffe, a que él hace referencia, definiendo el papel de la crítica contrahegemónica, despedaza el concepto de “democracia absoluta” defendido por Michael Hardt, Antonio Negri y Paolo Virno en que se sustenta Arango para validar su nueva utopía de “socialismo democrático” ya que este, en caso de establecerse, engendraría una hegemonía nueva contra la que se opondría la otra parte dado que, como explica la propia Mouffe, la sociedad es heterogénea y los antagonismos, además de naturales, son irreductibles.
Puede, eso sí, consolidarse un nuevo orden, pero ello no significa que prevalecerá sin oposición, aun cuando se canalicen desde el poder la nuevas demandas para usarlas a favor de reestruturaciones que no pongan en peligro las normativas surgidas de ese poder, y resurja con nuevas fuerzas la derecha.
Explica Mouffe: Lo que se acepta en un momento dado como "orden natural", junto con el sentido común que lo acompaña, es resultado de la sedimentación de prácticas hegemónicas; no es nunca la manifestación de una objetividad más profunda y exterior a las prácticas que lo hacen llegar a ser. Todo orden hegemónico es susceptible de ser cuestionado por prácticas contrahegemónicas que intentan desarticularlo, con el fin de instalar otra forma de hegemonía.
Y de eso se trata: “el socialismo democrático” de Arango sería unirse a una propuesta de nueva hegemonía embrionaria que se gesta en sociedades que pasaron del fordismo al postfordismo mientras Cuba se mantenía atada a la más retardataria economía centralizada y se sumía en la mayor pobreza comunicativa y tecnológica del mundo, lo que la imposibilita, en la práctica, de saltar de la modernidad a la postmodernidad.
Para que la aspiración de Arango se materializara sería necesario que Cuba transitara primero de dictadura totalitaria a democracia representativa, de capitalismo menesteroso de Estado a capitalismo florecientes de mercado y fuera creando el sedimento para transitar de Pueblo a Multitud y entonces pudiera unirse a la global República de la Multitud y enfrentar al Imperio.
Sin embargo, desdicha de Arturo Arango, Cuba sigue siendo un fósil del “socialismo real” que tiende a reformularse con afeites de precapitalismo menesteroso y por más que la izquierda global la convoca y ayuda para que se incorpore a la Gran Marcha de la Multitud, su gobierno no quiere desprenderse de las viejas normativas y de su obsoleto sentido común, y es por ello que le parecen “reaccionarios”, según entiende él ese termino, los “insuficientes cambios” en marcha, y propone “el socialismo democrático” porque eso sí, Arturo Arango es un socialista que sueña.
arturito arango es un "agradecido". arturito formaba parte de aquel grupito escogido por el "maestrazo" de onelio jorge cardoso en el preuniversitario de los obreros, campesinos y marginales que fue heroes de yaguajay-carlos marx, para "hacerlos" sus discipulos, porque a fin de cuentas para ser un maestro hay que tener discipulos, o no? lo demas es el pago a la mediocridad, ... aunque ciertamente le ha durado mucho.
ResponderEliminarAhora recuerdo el anterior articulo "Arango con estos bueyes", y el personaje me irritó por bizantino y enrevesado. Lo explicas tan bien, que poco puedo añadir. Lo que me pregunto es que será de estos amordazados por la dictadura que se leen refritos de autores europeos o americanos cuando, como dices, viven en un paleocapitalismo menesteroso del que solo a riesgo de su pellejo podrian escapar , en balsa o consiguiendo un visado a las entrañas del Imperio.
ResponderEliminarMaria Benjumea.