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miércoles, 28 de julio de 2010












Aguas densas


Es notoria la uña que escarda el corazón.

Presumo que el amor
anda distante
y temo la infección del vertedero
donde tantos rencores se apacentan.

Huyo de los silbidos
agrios de los insultos,
parto de cada gesto que sonsaque a los monstruos.

Voy nadando tenaz
en estas aguas densas,
rescato del silencio unas flores marchitas,
las como sin aliño
y ofrezco a mi mujer un lirio reinventado.

El miedo es un ciempiés
que muerde las cien fibras frágiles de la sangre.
Las máscaras escupen su horror
sólo a escondidas
y los muertos caminan soñándose mozuelos.

En tanta morbidez pasta el silencio,
se ceba la ceguera.

Yo rescato mi voz de los escombros
e intento descifrar lo que todos sabemos.


De joven parecía

De joven parecía
que esa artritis fatal de la nostalgia
no rondaría mis huesos,
que en mi barba iracunda,
mitológica,
jamás se posaría el hedor del fracaso.

Fui Tenorio y bribón,
Romeo pasajero, corsario de los vinos.
Vacié a la madrugada sus misterios
deshice los abrazos sin piedad.

Me dijeron
que era rector de los enigmas
y que sólo de luz
se fabricaba la morada del hombre.

Mi inocencia aplaudió
los frágiles milagros del desastre
y crecí como un necio con los ojos cerrados.

No vi engordar las sombras.

Fijé versos de amor
en la prosa feroz de los guerreros,
decapité una rosa
que en la blanda maceta de sus manos
me diera una muchacha
y me hice vengador
de afrentas que a mi rostro no le pertenecían.

No me eximan de andrajos,
yo también soy culpable.


Con un dulce sabor

Un tulipán de doble filo
reposa en tu mirada.

Quisieras acogerme
pero es mucha la sombra, mucha la incertidumbre.

Tu mundo se divide,
se agrietan los senderos,
hay un peligro atroz en las pisadas.

Escorpiones de odio inoculan la furia,
de las hendijas brota
un turbio olor de cólera.

No hay a dónde saltar
sino al averno.

Sobre la cuerda floja
nos miramos
con el dulce sabor del plácido cinismo.



La hora de los fantasmas

Los trenes están muertos y muertas las farolas.
No hay quien mida la música
de tantos empellones
ni el tamaño sutil de las caídas.

Las ventanas son ojos abiertos a la nada
y una muchacha espera
que otro pañuelo triste
diga adiós desde el puerto escondido en las fugas.

Contra la tarde roja
anuncia el campanario
que se ha muerto la luz,
que es hora de fantasmas:
un plato boca abajo es un sombrero lúgubre,
un sueño tonsurado
es un falito feble sembrado en una esquina.

Llevo entonces
mi torpe corazón a solazarse
en las tristes callejas de una ciudad podrida.


Las brújulas erráticas

Traigo un sinsonte muerto sobre el hombro,
quiero escribir
y lloro.

No encontraréis aquí la placidez del lago,
la luna en el columpio
el aroma perfecto del naranjal en flor
las excusas galantes de un truhán de salones.

En las tardes sombrías en que no fuimos niños,
en que nos despojaron de fábulas y parques,
en las que dispusieron
que seríamos
adorables guerreros del futuro,
adiestraron sin pausa mi joven corazón.

Estoy hecho de azares incompletos,
de brújulas erráticas,
de auroras y discursos que no se cumplirán.

Vago entre los cadáveres de un tiempo que se escapa,
soy
testigo excepcional del cataclismo.

Estos versos no son sino mi sangre
a la cual saco música
a pesar de los gritos de un país que se muere.

2 comentarios:

  1. Ibis García Alonso28 de julio de 2010, 19:33

    ¡Poeta! Gracias, gracias por compartir tu poesía. Conmovida.

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