Grupo de Trabajo Decoro
A la memoria de Elizabeth Brotons, madre de Elían González.
LA HABANA, 24 de diciembre de 1999. http://www.cubanet.index/ - ¿Cómo se llamaba la mamá de Elián? ¿Dónde vivía? ¿A quién amaba? En la tribuna no se ha dicho siquiera una vez. Nadie habla de ella. No sabemos si huía o si soñaba. Si era perversa o pura. Si desdichada o alegre. No aparece su foto por la televisión. Nadie la invoca con nombre y apellido. Nada sabemos de ella. Nada se dice. Nada hemos podido averiguar.
Sólo se cuenta que un día sobre una frágil lancha enrumbó con proa a su ilusión. Sólo se cuenta que murió entre las aguas del Estrecho de la Florida. ¿Qué ansiaba mientras las olas de encrespada blancura la bamboleaban? ¿Qué fantasías la alentaban mientras el aire salitroso le acariciaba la piel y le revolvía el cabello? ¿Qué anhelos cumpliría cuando la tierra firme estuviera otra vez bajo sus pies?
Ahora, esa mujer sin nombre es una sombra que se mueve oculta, como hurtada de la familia, tapizada por el aluvión de celebridades que ella misma creó con sólo morirse braceando contra el mar. Se habla del niño símbolo. Se habla del padre héroe. Se habla de los abuelos mártires. Pero ni una palabra de la sombra que los hizo a todos conocidos.
El destino es cruel. Para que se cumpla el sino de unos tienen que sacrificarse otros. A ella le tocó en suerte la muerte y el olvido. Es como si los pequeños seres fuéramos movidos por una fuerza superior, desconocida e irrefutable que dispone a su antojo de nuestras vidas.
Resulta, pues, que quien desencadenara todos los sucesos de la tragedia tiene el pequeño papel de pasar por la escena sin nombre y sin historia. Es simplemente la madre perdida que, por supuesto, no se acusa de irresponsable, loca, apátrida, "gusana", porque la imagen de la madre es muy valiosa para cualquier representación conmovedora que se quiera montar.
Elizabeth se jugó la vida, y la perdió, por un sueño. Un sueño que la llevó, quizás, a atar a su hijo a un neumático para que por lo menos él lo realizara. No quede, entonces, en el olvido esta mujer que un día se echó al mar con proa a la ilusión.
Gracias Manuel por recordar...
ResponderEliminarGracias por ser capaz de hacerme brotar una lágrima.
Un fraternal abrazo.