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sábado, 10 de abril de 2010

El Condottiero de Castilla contra el Asere del Louvre

Carlos Alberto Montaner y Silvio Rodríguez han montados sus rocines y, adargas en ristre, se han lanzado a la batalla. El clangor de las trompetas, la estridencia de los clarines, las reglas en antiguos pergaminos inauguraron la lidia. En la gradería patricios y plebeyos dispuestos al aplauso y al abucheo. Unos apuestan por el Condottiero de Castilla y otros por el Asere del Louvre.
En los primeros lances, escaramuzas poco sangrientas, ha habido sólo un tanteo de estilos. Montaner, gentil y lisonjero-inclusivo se llama en esta época-, hasta ahora sólo ha brindado pañuelos perfumados a su contrincante y a sus eufóricos aficionados. Rodríguez, más dado a las acritudes visigodas, ha lanzado a su rival algunos seborucos encontrados al borde de la serventía.
Los diestros caballeros dispuestos a brindar una lidia distante de la pendencia callejera han elegido el burilado estilo aristocrático. ¿Qué es eso de morirse de hambre en una huelga o salir a la calles a recibir palos y cabillazos?
Todo comenzó con cierta alusión del Asere del Louvre, en uno de sus intentos de lírica monódica, en los salones de la corte del Rey Fecalón sobre la disposición del Condottiero de Castilla. Lo que el Condottiero entendió como un pañuelo lanzado al rostro en señal de desafío. Púsose su peto, su espaldar, ciñó su florete, levantó su blasón y lanzóse al ruedo e improvisó una filípica dorada.
El Asere del Louvre, sintió el golpe del Condottiero de Castilla y ripostó, más bien con una vitriólica catilinaria, no exenta de cierta cursilería meliflua donde Numancia no tiene otro remedio que apelar al partisanismo. Ante ello el de Castilla acudió a los anales y desempolvó viejos códices en los que se narra la historia de Amadíes y Caballeros que sustentan con sus huesos blanqueados por la gloria de la eternidad el areté indispensable para estos días. Volvió a estremecerse el del Louvre y, olvidando su supuesto intento de corifeo adelantado a la platea, reculó hasta el tumulto y respondió desde la lírica coral con una antiquísima composición del Rapsoda en Jefe. Hasta ahí el espectáculo. Sé que vendrán más escenas. Se apelará a antiguos coturnos y arcaicas caretas. Las aguas en Venecia se pudrirán mientras Otelo asfixie a Desdémona. Troya arderá. Tras bambalinas avezados Tartufos irán eligiendo antifaces, délficas Casandras augurarán tragedias venideras, sutiles Harpagones alistarán sus bolsas y sus arcas. El Gallego y el Negrito bailarán una guarachita de Pedro Luis Ferrer. Liborio volverá a mostrar su escuálido costillar y caerá el telón.

1 comentario:

  1. Buenísima parodia. La lei en Payo Libre, pero aqui te dejo el paso de mi visita.
    Cariños

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