¿Tendría Raúl Castro frente a la intransigencia del mundo el mismo valor que Guillermo Fariñas tiene ante la intransigencia de la dictadura que encabeza el general cubano? Lo dudo. Por eso creo que como el radicalismo no da margen para negociaciones. Frente a él hay una sola respuesta: el radicalismo.
Después de largos años de lucha pacífica la oposición cubana se ha visto obligada a tomar medidas radicales y eso conlleva peligros que laten como nunca en la isla antillana.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo, la suicida huelga de Guillermo Fariñas, y la sucesión de huelgas de hambre de diversos disidentes son muestras de las posiciones radicales frente al radicalismo de la dictadura castrista.
Si hasta hace muy poco la oposición cubana había mantenido un perfil de intensidad media con el que aspiraba a ganar espacios civiles por vías ilegales—que aunque legítimas en cualquier parte del mundo democrático y sólo toleradas a regañadientes por el castrismo—iban demostrando un nuevo pensamiento en la sociedad cubana, la tozudez del totalitarismo insular ha hecho que la disidencia interna también se lance a una carrera radical.
El ninguneo a que fue sometido el Proyecto Varela, que impulsa el Movimiento Cristiano Liberación, la condena a 75 opositores pacíficos y periodistas independientes, el maltrato a las Damas de Blanco, el acoso a los emergentes blogueros ha puesto al gobierno y a su oposición en un trance ya irreconciliable y sin retorno.
La realidad cubana frisa los límites, y por tanto tiende a soluciones insospechadas que hasta pueden resultar drásticas. Si los gobiernos democráticos del mundo no toman cartas en el asunto también de forma radical, la situación en la isla puede tornarse muy peligrosa no sólo para Cuba sino para toda la región que podría resultar dañada por la desestabilización que provocarían los sucesos que se maduran en la sociedad cubana.
El discurso pronunciado el domingo por el general Raúl Castro no deja espacios para reflexiones tibias. Ha establecido que prefiere ver a Cuba desaparecer antes que tener gestos humanitarios y coherentes. Con ello ha reafirmado el radicalismo y la intolerancia que ha caracterizado al régimen cubano. Es el momentos de respuestas en el mismo tono y sentido. La disidencia interna lo está haciendo. Fariñas ha ratificado que está dispuesto a morir. Las Damas de Blanco han expresado que no permitirán que se coarte su accionar, los blogueros han demostrado que no callarán. Sólo falta que el mundo, al igual que hizo con el régimen del apartheid, decrete un bloqueo total, con retirada de sus sedes diplomáticas incluidas, para que Raúl Castro demuestre el valor que ha demostrado Guillermo Fariñas, quien aún después del discurso oficial donde se decreta su pena de muerte ha dicho que mantendrá su posición hasta el final. ¿Lo haría Raúl Castro frente al poderío del mundo, lo que sería similar al poder que ejerce él sobre Fariñas y el pueblo cubano? Los gobierno democráticos debían intentarlo para que el pueblo cubano no se inmole en soledad.
Raúl -el acomplejado hermano del psicopata Fidel Castro- está demostrando al mundo que es un inepto para gobernar y un cobarde para enfrentar la realidad de Cuba.
ResponderEliminarA última hora la situación se le va a ir de las manos...
El que va pa mal e el
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