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miércoles, 13 de enero de 2010

DOS MÁS DOS, SON 75



Hasta el último round





Por Manuel Vázquez Portal




Ariel Sigler Amaya es de los que pelean hasta el último round. A los once años aprendió a ser campeón. Sabe que la victoria duele pero sin soñar con ella no vale la pena presentarse. Infancia pobre y campesina hacen de la voluntad una fragua y en ella se forja la reciedumbre del carácter. Eso es Ariel Sigler Amaya: una voluntad vencedora.
Hace siete años lo tienen contra las cuerdas. Le pegan sin piedad. Golpes bajos. El árbitro está en su contra y el público amordazado no puede protestar.
Su esquina se ha convertido en una silla de ruedas, y ya es una osamenta que resiste los embates del impío contrincante. Su entrenadora acaba de morir -el más duro de todos los uppercut- y su equipo, aunque no deja de asistirlo y alentarlo no cuenta con la logística necesaria.
Juan Francisco protesta cada mala decisión de los jueces, Miguel denuncia las arbitrariedades en cuanta tribuna halla, Guido no puede más que indignarse y morder con rabia los barrotes que no le permiten entrar a la pelea junto con su hermano.
Aquel martes 18 de marzo del 2003 cuando, por la fuerza lo subieron al ring, Ariel Sigler Amaya era un hombre sano y fuerte. La semana pasada cuando asistió al obituario de su madre –cuentan los que lo vieron- no parecía ni la sombra del hombre que el 4 de abril de 2003 fuera condenado a 20 años de prisión por aspirar a una lidia limpia, respetuosa y apegada a las leyes.
Pero no han logrado vencerlo. Es de rodillas resistentes y mandíbula recia. Sólo un knock out fulminante no le permitiría incorporarse y seguir en la lucha. Ariel Sigler Amaya es de los que pelea hasta el último round, hasta el ultimo aliento, como le enseñó su entrenadora Gloria Amaya.




Corazón y gónodas



Por Don Alternán Carretero




Guido Sigler Amaya, tuvo –y tiene- tan poco que se ha acostumbrado a vivir sólo de corazón y gónadas. Con ellos transita las noches de soledad y encierro que le han impuesto. El  parecido con su madre Gloria Amaya no es tan sólo físico. Hay sangre valiente y mirada tierna. No necesita más. Un cepillo de lustrar zapatos y un jolongo para recolectar naranjas fueron sus maestros en la niñez. El ejemplo de Gloria, la gloria a que aspiraba. Aprendió temprano a subsistir de sus manos, su amor y su coraje.
Tenía sólo cinco años cuando Fidel Castro bajó de sus vacaciones campestre en la Sierra Maestra y hechizó con un manojo de promesas al pueblo cubano. A tesón puro logró Guido graduarse de técnico en economía para trabajar en un Complejo Agro-Industrial del municipio Pedro Betancourt, en Matanzas. Creyó entonces que habían terminado sus penurias pero pronto comprendió que aquellas promesas eran puras demagogias.
Un día, hastiado ya, se negó a pagar la cuota sindical, su aporte a las Milicias de Tropas Territoriales, pidió su baja de los Comité de Defensa de la Revolución y si no renunció a su Carnet de Identidad fue para no perder esos apellidos que hoy lo hacen un héroe de la patria y para que tuviéramos nosotros la única foto por la que lo hemos conocido.
El 16 de noviembre de 1996, Guido Sigler Amaya fundó, junto a sus tres hermanos y un grupo de jóvenes matanceros, el Movimiento Independiente, Opción Alternativa. Durante casi siete años, su vida se convirtió en un infierno, fue detenido más de treinta veces, golpeado en plena vía pública, inducido a trabajar de limpiador de patios, albañil por cuenta propia, vendedor de cuanto aparecía y obligado a pagar cuantiosas multas por tratarse de ganar la vida de algún modo.
En ese torbellino de maltratos en que el gobierno castrista lo tenía sumido, también le tocó quedarse viudo. Parecía que el destino se ensañaba con Guido. Pero las desventuras no cesarían. El 18 de marzo del 2003 fue detenido en su vivienda y despojado de los pocos despojos que poseía.  El  4 de abril lo condenaron a 20 años de cárcel, quizás por ser tan pobre, haber sufrido y soñado. La semana pasada, ya el colmo, las autoridades cubanas no le permitieron abrazar a su hermano Ariel, el más pequeño, quizás, el más amado, cuando -por separados- los llevaron al obituario de su madre.

2 comentarios:

  1. Muy buenos estos artículos dedicados a los heróicos hermanos Sigler Amaya. De los hombres dignos y valientes que todavía hay en Cuba.

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  2. Un gran patriota y una familia que deberia ser ejemplo para todos los cubanos.

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