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miércoles, 2 de diciembre de 2009

DOS MÁS DOS, SON 75


YO LE CONTARÉ A TODOS

Por Manuel Vázquez Portal



Antonio Augusto Villarreal y yo jugábamos a la pelota en los solares yermos de Morón. El era mejor. Bateaba fuerte y fildeaba con más habilidad. Su sueño era ser pelotero. Tanía postales de Baby Ruth y monogramas de los Yankees de New York.
Yo quería ser escritor y tenía libros de Emilio Salgari y Julio Verne. El vivía por el cuartel de bomberos y yo cerca de la fábrica de hielo. Su tía tocaba el piano y la mía bordaba. Ambas se sentían orgullosas de nosotros. Un día Villa y yo nos liamos a los puños, y las tías fueron la que nos se hablaron nunca más.
En la adolescencia nos separamos. Pero teníamos los sueños intactos. Todavía no habían crecido los abismos. Suponíamos aún que todo era posible. Crecimos. Nos casamos. Tuvimos hijos. El tiempo se fue y no nos vimos. Treinta años después volvimos a encontrarnos. Fue en la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba.
Era la llamada Primavera Negra. El gobierno cubano había condenado a larguísmas penas a 75 opositores pacíficos y periodistas independiente. Otra vez las similitudes y diferencias volvían a unirnos. Yo, periodista; él, activista político, y tras las rejas, a gritos, rememoramos al Gallo de Morón,  La Laguan de la Leche, el profesor Benito Llanes.
Nos juramos que después de vencidas las cárceles y las tinieblas volveríamos a encontrarnos en la Laguna para contarnos las vidas que no nos sabíamos uno del otro.
Pero no ha podido ser. Las cárceles siguen y las tinieblas permanecen sobre Cuba. Yo vago por una ciudad prestada y él, después de casi siete años, permanece en la cárcel, pero me cuentan los amigos que ya no se da cuenta. La maraña de la locura se enredó en su cerebro. Ya no podré contarle la vida que no sabe de mí, pero yo le contaré a todos que él enloqueció de amor por Cuba y sus torturadores, aún así, lo mantienen en un calabozo inmundo.



ADOLFO FERNANÁNDEZ SAÍNZ: ELOGIO DEL JUSTO








Por Rolando Cartaya


El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano.
Salmo 92:12




Trae niño y trae jaba. Si niño pesa mucho, deja niño y trae jaba”. Así dice el Telegrama del Preso a su Esposa, un viejo cuento carcelario que confirma la regla de que el presidio, como escribiera Martí, seca de mes en mes el alma del condenado.
El presidio político, sin embargo, no ha podido con el alma de Adolfo Fernández Saínz. Y no porque Adolfo sea un héroe --que para mí lo es-- sino porque un día decidió seguir a Cristo y desde entonces nunca se ha soltado de su mano.

Hace poco, a principios de noviembre, su esposa, Julia, denunció que las autoridades de la prisión de Canaleta no le habían dejado pasar una sudadera para el frío y dos publicaciones católicas que le llevaba en la jaba. Julia, inquieta por su salud, rogó que al menos le dejaran pasar la prenda de abrigo. Pero sé que si Adolfo hubiese podido escoger, habría optado por la literatura. En septiembre del 2008 estuvo quince días en huelga de hambre –-una entre tantas que ha cumplido en prisión-- para exigir su derecho a calmar la sed del espíritu.

Entiendo bien a Adolfo porque estuve preso, soy cristiano, y me honro de haber sostenido con él una fructífera relación de trabajo; él, en Cuba como comentarista de la agencia independiente Patria; yo, aquí en Miami como conductor del espacio “Sin Censores ni Censura” de Radio Martí. Poco a poco me di cuenta de que, aunque no nos habíamos visto las caras, sentía por él el aprecio y la afinidad que sólo se sienten por un viejo amigo.
Por compartir sus claves entendí también por qué a pesar de contar con un cómodo empleo como intérprete y traductor del Consejo de Estado –-trabajó entre otros con McNamara, Schlesinger y los dictadores africanos Mengistu y Mugabe-- en una reunión de trabajo en los 90, cuando todo el país era un sálvese quien pueda, desmintió las excusas de Estado que ocultaban que la epidemia de neuritis óptica tenía una sola causa: la desnutrición.
De su vocación periodística sólo diré lo que pensaban sus adversarios: “Es uno de los más agudos analistas políticos del enemigo”, comentó uno de ellos, citado por el colega Juan González Febles.
En su largo confinamiento –en marzo se cumplirán siete años, y aún no llegará a la mitad de su sentencia-- Adolfo Fernández Saínz ha conocido la saña de los atormentadores de su cuerpo (al espíritu del justo, Dios le pone alas). Incómodos con tanto despliegue de dignidad, en una ocasión enviaron a un preso común para que lo golpeara.
¡Qué poco conocen a los seguidores del Nazareno!

4 comentarios:

  1. Cartaya, mi hermano,
    quien mejor que tú puede escribir los horrores del presidio cubano y el martirio que vive en su celda de nuestro colega Adolfo Fernández Sainz...
    Saludos

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  2. Tu relato, amigo Manuel, de un impacto tremendo.
    Me he permitido colgarlo en mis Blogs.
    Cariños

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  3. Siga manteniendo viva esa llama, hermano, la de todos esos que sufren porque aman a la Patria que nos falta. Es bueno saber de ellos, conocerlos, apreciarlos.

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  4. Saludos a todas las personas que hacen posible algun tipo de noticia, Villareal es mi amigo y por le lejos que estoy no se mucho de el, gracias Villa por todos los buenos momentos, gracias por tu valentia y por tu lucha sostenida...no se cual sera el final de esta larga batalla pero Dios sabe que no hiceste nada malo, a nadie ofendiste y dielitos no cometiste... resite que la salida esta cada vez mas cerca... Papito. Corralillo.

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