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sábado, 26 de diciembre de 2009

SABADOS DEL AYER








Esta sección debo agradecerla a mi amigo, el poeta Manuel Sosa, que tuvo la gentileza de, mientras yo estaba en una cárcel de Cuba, él iba leyendo mis textos y los guardaba. A mi llegada a Estados Unidos, el poeta, desde Atlanta, me hizo llegar un CD-R con el archivo completo.





Frente frío






Manuel Vázquez Portal
Grupo de Trabajo Decoro



Vienen noticias del atroz invierno.
                                  Eliseo Diego.




LA HABANA, enero, 27 de 2000. www. Cubanet.org - Cuba no conoce la nieve. Sufre de inviernos breves e intermitentes. Tropical y sandunguera, es hija de la luz y del calor. En la llamada temporada invernal el cielo se mantiene esplendoroso y la playa azul. Son escasas las lluvias y de cuando en cuando entra algún frente frío que aprovechamos para sacar los trapitos gordos.
Aquí la gente no está acostumbrada a largos períodos de hibernación. Ligeros de ropas brillamos de sudor bajo un sol refulgente. No dividimos el ropero por estaciones ni acumulamos víveres para la época gris. Comemos, frescos, las frutas y vegetales que la tierra nos brinda todo el año. No tenemos que salvar los animales de las grandes heladas ni corremos el riesgo de morir congelados.

Si un cristal se hace añicos bajo el impacto de una pelota malcriada, nadie se preocupa por la ventisca venidera y lo sustituyen cuando Dios se acuerda. Compramos un abrigo pensando que nos durará toda la vida y, como lo usamos más bajo el brazo que sobre el cuerpo, siempre podemos dejarlo como regalo para algún pariente. Parece idílica la Isla. Es un sueño bucólico.

En pleno agosto, cuando el sol arde como un látigo sobre la piel, pueden escucharse imprecaciones y lamentos denostando del verano. Cuando llega diciembre, y arriba el poco invierno que nos toca, entonces, las lamentaciones son añorando el verano. Cuando, a las diez de la mañana, después de un amanecer frío, el sol empieza a picar, el más típico de los improperios contra el clima es aquél de: "Este jodido país no hay quien lo entienda, tan pronto hace frío como calor". Y es cuando empezamos a quitarnos chalecos, enguatadas, chamarretas, bufandas, chubasqueros, jersey y hasta sobretodos.
Porque eso sí, cuando el cubano tiene frío, a más de castañetear los dientes, ponerse cenizo y alborotársele el apetito, se envuelve en cualquier cosa. Y es cuando usted puede disfrutar el más pintoresco de los desfiles. Se desempolvan piezas de estilos, modas, épocas y lugares inconcebibles.


Pasa una anciana enrollada en un mantón peludo que le da más aire de perrita pequinesa abandonada que de señora honorable. Pasa un señor de dudosa elegancia que exhibe una chaqueta americana de piel, ya acartonada y crujiente, que debe de haber heredado del mismísimo Bufalo Bill. Pasa una muchacha con suéter tejido a mano y de un color ya irreconocible que exhala aún el arcaico aroma del perfume que usara su abuela en la juventud. Pasa un niño, con padre de acceso al dólar, enfundando en un jacket sobretalla comprado con la evidente intención de que le dure hasta que sea un hombre. Para un turista, colorado y risueño, tocado con una breve camiseta sin mangas como para echarnos en cara que nosotros no sabemos lo que es el invierno. Y pasa el pueblo entero emburujado en lo primero que encontró dentro de los escaparates más desprovistos del mundo.
Pero no es la escasez de abrigos lo más terrible del invierno actual cubano. Lo verdaderamente atroz es la falta de estufa interior. Un estómago sin bufanda de queso y jamonada, vino y pescado, chorizo y chocolate, es la peor de las intemperies. Con un buen bistec entre ombligo y columna vertebral cualquiera le enseña la panza a la nevada. Pero, oiga, con un poco de "cerelac" en la tripa como única arma contra el frío, tiembla hasta el oso polar del Zoológico Nacional con el primer vientecito que nos llegue del Norte. Invierno sin grasas y proteínas no anda creyendo en edredones ni frazadas, prendas invernales que tampoco se ven muy a menudo en los hogares del país.

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