Tristeza
La noche es larga y honda
como una queja, y el hombre
está aferrado a su tristeza.
La vida tiene, a veces,
la frescura de un beso; y otras
una pregunta insondable y abierta…
Y la noche deshoja sus velos apagados,
como lanzas hirientes recaen sobre su pecho.
El pecho de la pena, del recuerdo,
del beso que se acaba…
El hombre se levanta desnudo,
con sus manos abiertas, suplicantes….
La tristeza acomoda su grito despiadado
y ensancha su desvelo.
Sombra
Tender la mano
hacia la sombra donde habitas;
tender la mano abierta y vacía
como un amanecer,
y extenderla,
hasta romper el grito de la noche,
la distancia aparente
entre dos soledades cardinales.
Tender la mano hacia tus pasos
y tocar el camino, levemente,
como rozando el agua de un estanque…
y extenderla
hasta encontrar tu mano solitaria
al final de la sombra.
Desde aquí
Desde aquí miro la vida
de prisa sobre el tiempo;
cabalgando los días
suave y breve.
Desde aquí aquella luz
que brilla entre las nubes,
el viento y su caricia,
el arco iris de la lluvia y el sol
en su genuino abrazo.
Miro, siento
que pasa todo y nada;
que aun late con su cadencia fija
el alma que me habita,
la sangre que fluye incesante y plenaria.
Desde aquí también la muerte
y su secreto,
la sobriedad y el grito
de la muerte,
y la pregunta, siempre abierta,
del destino.
Desde aquí
mis ojos y la noche,
mi alma y la mañana,
mi sombra y el olvido.
Ella
Ella,
toda la humedad del rocío
en la mañana.
El brillo de los sueños
palpitantes y vivos
en sus pupilas nuevas.
Todo lo dulce
que agoniza en mi pecho.
Flor que amanece
entre mis manos.
Aurora,
los hilos transparentes
del verano.
Promesa inextinguible
que se alarga…
Su voz
mi canción predilecta;
su mirada
el pasto donde reposa el alma.
Sus manos
el camino abierto hacia lo eterno.
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