Por deformación profesional, suelo atender lo que escriben, lo que pintan, lo que filman los jóvenes, porque en esas obras, a veces por pura negación, incluso por ausencia, pueden estarse respondiendo las preguntas sobre el futuro que a tantos y de tan distintas maneras nos inquietan.
Es verdad que buena parte de los jóvenes cubanos, como los de casi todo el planeta, están ganados por el escepticismo, por el desinterés en las cuestiones políticas. Es cierto también que la principal aspiración de muchísimos de ellos es emigrar, abrirse caminos en otras latitudes, principalmente en países desarrollados, y que esa aspiración es reflejo de un desasimiento, de un dar la espaldas a los destinos de la nación cubana. Es verdad pero no toda la verdad.
Hay, en todas esas obras, la intención innegable de dar testimonio de un estado de cosas que tiene que ver con la crisis económica, con las estrategias de sobrevivencia y hasta con la imposibilidad, en algunos casos, de lograrlo con dignidad. Pero también, en esas miradas, incluso siendo diversas entre sí, hay una elección: la de quienes no desean una sociedad de exclusiones, de marginación, de intolerancia, o, lo que es lo mismo, dominada por desigualdades profundas.
Esto ha dicho el escritor cubano Arturo Arango el día 13 de Mayo en el diario español El País. Y me ha llamado poderosamente la atención. Porque hay recodos del camino que se saltan. Y en esos recovecos es que se ha agazapado la otra parte de la verdad.
Es cierto también que el arte es una vanguardia del pensamiento, pero no es todo el pensamiento, por lo que el pensamiento de una nación no puede medirse sólo por el arte. No todos los ciudadanos escriben, pintan o filman. Qué dirán los que ejercen otros oficios y profesiones, y que son los más. A esos hay que tomarles el pulso sin que el arte esté de por medio.
Es cierto también que después de 51 años, un poquitín menos de los que tenemos Arturo Arango y yo, y cansados de promesas incumplidas y de horizontes inalcanzados, los jóvenes cubanos sientan ese hondo escepticismo que les han transmitidos los fracasos de sus abuelos y sus padres, quienes ofrendaron sus vidas para un futuro que nunca llegó.
Si hoy –y ese hoy tiene ya treinta años si tomamos como punto de partida El Mariel, 1980—los jóvenes cubanos quieren emigrar no es porque sea su aspiración sino su evasión de una realidad congelada y custodiada férreamente.
No le dan la espalda al destino de la nación sino que al no tener destino propio en una nación que pertenece exclusivamente a quienes impusieron un único destino, se sienten desterrados, sin ningún patrimonio que defender, es decir, sin patria. No es que sean desasidos sino que no tienen dónde asirse en caso de que no acepten el único asidero que les proponen: conmigo o muerte.
Por último, no es en pequeñas y sugerentes obras de arte que se recoge el testimonio de la sobrevivencia bajo un sistema económico que nunca ha salido de la subvención y la crisis -hubiera o no crisis financiera mundial-, de un régimen marginador, excluyente e intolerante sino en la vida misma. Pregúntadle al pueblo, tiene muchas historias que contar: desde las expropiaciones de pequeños negocios levantados con sacrificios familiares, fusilamientos dictados en juicios sumarísimos y sin garantías procesales, reclusiones en campos de concretracion como las UMAP, persecuciones políticas, defenestraciones arbitrarias, éxodos masivos, imposición de líneas estéticas partidistas y proscripción de artistas rebeldes, enacarcelamientos de opositores pacíficos, promulgaciones de leyes draconianas, hasta la eternización de un gobierno que secuestra todos los poderes del estado y convierte a este en dictadura totalitaria.
¡Cuánta razón tiene usted, poeta, cuánta! Es que hay un destierro aciago que muchos no quieren reconocer (como Arango, por ejemplo). ¿Que no sabe él que los jóvenes cubanos nacen ya en el destierro? Un destierro sin volver, sin marchar. ¡Pobre de aquel que no tenga siquiera la libertad de elegir destino incierto! ¡Pobres jóvenes cubanos!
ResponderEliminarYo que no puedo con estos “ciegos” ideológicos, como Arango. No puedo. Como ya dije en otro espacio, este personaje tendría que ir a operarse su ceguera en un hospital para cubanos; porque erstoy segura de que antes de tocarlo el bisturí va a ver las cosas claras.