LA POLILLA IMPERTINENTE

Dineros de más colores

Por Don Alternán Carretero

Mi amiga Magdelivia Hidalgo me hizo llegar un despacho de prensa que me llenó de recuerdos. El cable hablaba de más de 30 mil firmas recolectadas y entregadas al Parlamento cubano por la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales en Cuba.

Las firmas recogidas forman parte de una campaña nacional nombrada “Con la misma moneda” y su objetivo es lograr que el gobierno cubano elimine la duplicidad de dineros y pague a los trabajadores con la misma moneda con que comercializa los productos más necesarios para la población.

Lo que señalaba el despacho de prensa estaba ocurriendo en noviembre de 2008, once años después de que un periodista independiente cubano diera la voz de alarma sobre la duplicidad de moneda, la pérdida del valor del dinero nacional y los malabares que debía hacer el cubano para sobrevivir en esas condiciones.

El periodista independiente se nombraba Pablo Cedeño, pero los amigos más cercanos sabíamos que se trataba de un seudómino del poeta y periodista Manuel Vázquez Portal. La prensa independiente cubana se fundó en 1995, dos años después de que el gobierno cubano se viera obligado a despenalizar la circulación y posesión de divisas extranjeras, causa por la que aún en esos momentos muchos ciudadanos cubanos cumplían cárcel por tenencia o tráfico de las mismas.

El desmoronamiento del eje socialista de Europa del Este trajo para Cuba una de las más hondas crisis de su subvencionada economía y el gobierno se vio obligado a tomar medidas emergentes que apuntalaran su poder puesto en precario. Entre esas medidas estuvo la legalización de la circulación de divisas. Sólo que el cubano de a pie tenía muy poco acceso a ellas y la situación se tornó muy difícil para estos ciudadanos y de ello Pablo Cedeño; es decir, Manuel Vázquez Portal, escribió esta crónica:

ONCE AÑOS ANTES..

Pobre pesito mío

Por Pablo Cedeño.

Grupo de Trabajo Decoro

LA HABANA, septiembre, 29 de 1997. www.cubanet.org - En mi infancia, un peso era una fortuna. Mi padre, los domingos, me daba una peseta, y allá iba yo, orondo, calle Martí arriba, rumbo al cine San Carlos. Con diez centavos podía ver dos películas, algunas tiras cómicas y los avances de los próximos filmes. Terminada la función, salíamos en bandada, a consumir los otros diez centavos.

El Dana Bar, una cafetería repleta de colores comestibles, nos invitaba al gasto. "Un refresco y una panetela", le decíamos con voz de hombre al asiático sonriente que ya nos aguardaba tras el mostrador. Después, a mecer la alegría en los columpios del Parque de Balinga, que se acaba el domingo y mañana, otra vez a la escuela.

Ah, domingos felices de a peseta, ¿por que trillo traidor se me perdieron? Un peso de mi padre bastaba para cinco muchachos que soñaban. Sin embargo, hoy un peso se vuelve una tortura. ¿Para qué sirve un peso? Si me compro un maní, no tengo para el cine. Pero si pago el cine, no da para la guagua. ¡Pobre pesito mío! No sirve para nada.

No quiero compararlo. Eso sí me da pena. De contra que con pesos no ofrecen casi nada, con dólares los precios se elevan a las nubes. Para comprar un dólar necesito 23 pesos míos, y al tomarme un helado ya me quedé sin dólar. ¿Qué hacer con tanta angustia?

Yo, realmente no sé nada de economía, pero si el gobierno habla de recuperación económica, quiero verla en la calle. Quiero que haya medicamentos en la farmacia, que mejore el transporte, que quiten la libreta de abastecimientos, que haya zapatos en las tiendas, frijoles en las bodegas, y sobre todo, quiero que me alcance el salario. Si me pagan en pesos, que me vendan en pesos. Si me venden en dólares, que me paguen en dólares. Pero, coño, ¡hagan algo, que esto no hay quien lo aguante!