Pudiera el fontanero intervenir
cuando empieza el goteo de los grifos del alma
y una lágrima muda pende de la cuchara,
ponerle zapatillas
al caudal de promesas
que arrastraron aplausos por raudales,
ajustarle la rosca al sueño derruido,
al tiempo inadvertido que agitó los relojes.
Pudiera el ebanista
pulir la tez rugosa de aquella niña alegre
de nombre enrevesado,
impronunciable
que hace ya cuatro décadas usaba pañoleta,
entonaba feliz canciones aguerridas
y hoy tapa los espejo por no verse el suspiro.
Pudiera el repostero
amasar tanta ausencia de tortas
en grises cumpleaños
que se fueron sin fotos ni sonrisas.
Pudiera devolvernos el mago de este circo
la limpia ingenuidad
con que alelados admiramos sus turbios malabares.
Quién puede reparar tanta avería
de la chatarra hendida por ráfagas de sombra,
mohosa de esperar.
A ver si llegan 3 como este a la zona de Atocha: abrazo y felicitaciones.
ResponderEliminarGracias, Chago, veremos si salen.
ResponderEliminarUn abrazo
¿Por qué será que los versos refrescan el alma de quien los escribe y quien los lee?
ResponderEliminarAngelica:
ResponderEliminarPorque se vierten penas y se alcanzan sueños, o porque se sueña en ellos que un dia no habra penas, creo yo, es un juego muy extraño del alma y su entorno, pero se que alivia.
Un abrazo
Muy hermoso poema, y se le esperan tres donde Efory, claro que sí. Un abrazo,
ResponderEliminarJC Recio
Gracias, Juanca, salud y poemas.
ResponderEliminarUn abrazo