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sábado, 31 de julio de 2010

Dos poemas celulares

Para mis amigos del grupo de los 75, que aún permanecen encarcelados



















Se cierra el universo


La tarde en una celda
se parece a la muerte.
Es difusa,
             incontable,
como si en ella fuera un cúmulo de adioses.

Todo se va,
                 se esfuma.
Es un barco fantasma que se aleja,
un mirlo que enmudece,
una muchacha antigua que cierra su abanico,
un anciano en silencio que se marcha del parque,
la fontana agotada que deja de verter.

Cuando llega el crepúsculo
hay un abrazo ausente
y se marchita un beso,
una mujer suspira,
un niño se estremece.

Si contemplo la tarde,
separada de mí por los barrotes,
como de un golpe rudo,
en mis ojos,
se cierra el universo.



Quizás otra leyenda



Mi celda
no es más amplia que un sarcófago
pero afuera la noche,
-ya inmensa sin Yolanda-
de hermosa, me desvela;
nadie puede enjaularla.

No han podido matarme
y me sepultan vivo:
un cadáver incómodo que canta.

La cárcel,
sucedáneo del cadalso,
le sirve a los verdugos
para la treta atroz
de simular
que son harto benevolentes.

Mi corazón,
majada fruta,
-¡lo he prodigado tanto!-
no muere
ni se asusta,
palpita suavemente
-decoro proverbial de tanta sístole-
exhala su perfume entre las rejas
y avisa
a cada enamorado,
cada ciudad ruinosa,
cada enfermo de miedo,
que talado
resucito y les doy
quizás otra leyenda.

miércoles, 28 de julio de 2010












Aguas densas


Es notoria la uña que escarda el corazón.

Presumo que el amor
anda distante
y temo la infección del vertedero
donde tantos rencores se apacentan.

Huyo de los silbidos
agrios de los insultos,
parto de cada gesto que sonsaque a los monstruos.

Voy nadando tenaz
en estas aguas densas,
rescato del silencio unas flores marchitas,
las como sin aliño
y ofrezco a mi mujer un lirio reinventado.

El miedo es un ciempiés
que muerde las cien fibras frágiles de la sangre.
Las máscaras escupen su horror
sólo a escondidas
y los muertos caminan soñándose mozuelos.

En tanta morbidez pasta el silencio,
se ceba la ceguera.

Yo rescato mi voz de los escombros
e intento descifrar lo que todos sabemos.


De joven parecía

De joven parecía
que esa artritis fatal de la nostalgia
no rondaría mis huesos,
que en mi barba iracunda,
mitológica,
jamás se posaría el hedor del fracaso.

Fui Tenorio y bribón,
Romeo pasajero, corsario de los vinos.
Vacié a la madrugada sus misterios
deshice los abrazos sin piedad.

Me dijeron
que era rector de los enigmas
y que sólo de luz
se fabricaba la morada del hombre.

Mi inocencia aplaudió
los frágiles milagros del desastre
y crecí como un necio con los ojos cerrados.

No vi engordar las sombras.

Fijé versos de amor
en la prosa feroz de los guerreros,
decapité una rosa
que en la blanda maceta de sus manos
me diera una muchacha
y me hice vengador
de afrentas que a mi rostro no le pertenecían.

No me eximan de andrajos,
yo también soy culpable.


Con un dulce sabor

Un tulipán de doble filo
reposa en tu mirada.

Quisieras acogerme
pero es mucha la sombra, mucha la incertidumbre.

Tu mundo se divide,
se agrietan los senderos,
hay un peligro atroz en las pisadas.

Escorpiones de odio inoculan la furia,
de las hendijas brota
un turbio olor de cólera.

No hay a dónde saltar
sino al averno.

Sobre la cuerda floja
nos miramos
con el dulce sabor del plácido cinismo.



La hora de los fantasmas

Los trenes están muertos y muertas las farolas.
No hay quien mida la música
de tantos empellones
ni el tamaño sutil de las caídas.

Las ventanas son ojos abiertos a la nada
y una muchacha espera
que otro pañuelo triste
diga adiós desde el puerto escondido en las fugas.

Contra la tarde roja
anuncia el campanario
que se ha muerto la luz,
que es hora de fantasmas:
un plato boca abajo es un sombrero lúgubre,
un sueño tonsurado
es un falito feble sembrado en una esquina.

Llevo entonces
mi torpe corazón a solazarse
en las tristes callejas de una ciudad podrida.


Las brújulas erráticas

Traigo un sinsonte muerto sobre el hombro,
quiero escribir
y lloro.

No encontraréis aquí la placidez del lago,
la luna en el columpio
el aroma perfecto del naranjal en flor
las excusas galantes de un truhán de salones.

En las tardes sombrías en que no fuimos niños,
en que nos despojaron de fábulas y parques,
en las que dispusieron
que seríamos
adorables guerreros del futuro,
adiestraron sin pausa mi joven corazón.

Estoy hecho de azares incompletos,
de brújulas erráticas,
de auroras y discursos que no se cumplirán.

Vago entre los cadáveres de un tiempo que se escapa,
soy
testigo excepcional del cataclismo.

Estos versos no son sino mi sangre
a la cual saco música
a pesar de los gritos de un país que se muere.

miércoles, 21 de julio de 2010

Pecho’e mulo en Madrid

Hoy tuve otra buena noticia. Me la trajo la prensa española. Arturo Pérez de Alejo, expatriado pero libre, y junto a su familia. Así dice una información de Terrra:
Arturo Pérez de Alejo y sus familiares han sido hospedados en un hotel de la localidad madrileña de Alcorcón, el mismo al que llegarán los disidentes que son esperados en los próximos días, y que, según las fuentes, ofrece mejores instalaciones que el hostal en el que fueron albergados los disidentes que llegaron la semana pasada, que recibió críticas por sus mediocres condiciones.
Por ello repito la crónica que hace algún tiempo publiqué:

Loma arriba los sueños

Arturo Pérez de Alejo se asomó al balcón del Escambray y descubrió que el mundo no era como se lo habían pintado.
Se sintió estafado.
Quizás furioso.
Y aunque Moraima le palmeaba el hombro con amor, sintió que en su ancho pecho de hombre fraguado en las labranzas comenzó a tronar un pedrerío de avalancha.
Montañés de piernas andariegas y corazón acostumbrado a las cumbres se dio cuenta de que la isla se hundía. Temerario como un arriero quiso evitar el desbarranque.
Era el año 1980. Miró su título de topógrafo, hojeó su carnet del Partido Comunista de Cuba, recordó su lanzacohetes BM-12 con el que recorrió la tierra angolana y comprendió que sus méritos valdrían muy poco después de la decisión que tomaría.
Era entonces director de la empresa provincial de viveros y floricultura, y cuando lo llamaron para que participara en los progroms que la policía política cubana preparaba contra gente sencilla que sólo quería marcharse del país, Arturo Pérez de Alejo, con toda la terquedad con que se ganó su sobrenombre de Pecho e' mulo, dijo que eso no le parecía heroico, sino bajo y cobarde, y que con él no podían contar para esa mierda.
En 1994 integró las organizaciones disidentes radicadas en Ciudad de La Habana, pero se dio cuenta de que su espacio estaba en las montañas, junto a la gente que amaba y conocía, y entones fundó la organización independiente de derechos humanos Escambray, que se extendió por la cadena de montañas del centro del país, incluyendo las provincias de Cienfuegos y Sancti Spíritus, y puso a correr a la policía política en esa región emblemática para la historia de Cuba.
La Primavera Negra de 2003 lo sorprendió loma arriba hacia los sueños y ni con los 20 años de cárcel a que lo condenaron han logrado que Pecho e’ mulo, ceda una pulgada en su amor y terquedad porque Cuba un día deje de ser un árbol carcomido por el comején de los Castro.

Dos poemas de Rolando Jorge

Anima


Boussingólt malquiere
se arrastra en nombre
de su jefe sobre riel;
ontológico mete tiempo:
Uno se siente nervioso
al ver tanto ser

Boussingólt
se arrastra
en nombre
de su jefe
sobre riel;
documento
ontológico
se siente nervioso
al ver tanto ser

Boussingólt
en nombre de acostarse con su jefe sobre riel-
                 Monseñor
Poule. Fiel
a los desperdicios
resiste a irse.
Los desperdicios
resisten a irse
con aquél
óntico ser
(Uno se siente nervioso al ver
tanto ser-ahí grandazo en papel...).
Incomestible
ázoe de soga de jarcia.
Intraducible
agua de lluvia, gracia
de mañana de 2011.



Suben arriba

se entera carretera no es carretera
si no pozo
plátano corredor
bebe
arrasca
símbolo y precipitación
de tanque encima
(pozo, mecha de agua)
ejército no es pena ni vale
aclara
mascar toda la noche bajo camello
palmera
oficial
en oreja de arena mira quien viene
será lawrence de arabia con los turcos
mencionados
por texto
del beril
sus cartografías presentan
interés
inclinación tal
base de arenga
aeroplanos
anticuados
todo el mundo
troba camellos
hace frío
se refiere
a
bramido
de pan
sabe lo que hace
sacas
sostiene
(atajo a la plata,
magistrado esclavo)
Maburak
riega su cuerpo
alabado sea Dios
hombres de harp
muñequean echan pulsos
lujo privado
se irá
reverberancia
muy dulce
horda consiste sobre todo noticias
y dá lo mismo la banda cocuyo.

            Cipango
Canales sintácticos, papel de vida eterna, desnudos
hasta el pecho; carne de camarera, pies de campana
y un hotel con colgadizos
y fango en los vitrales.

martes, 20 de julio de 2010

El día que reencontre a Villa

                                                Capitulo 3  
                                        (Escrito sin permiso)


Qué bueno es tener café. Instantáneo. Frío. Es cierto. Pero café. Yolanda me trajo un paquete. Tuvo que trasvasarlo a un envase plástico. Aquí no dejan entrar nada de metal ni de cristal, con imaginación y tiempo pueden convertirse en armas. Lo saboreo, lo degusto despacito. Raciones pequeñas. Debe durarme hasta la próxima visita. Tres meses. A Yenima no le gusta el café. La he invitado. Pero inmediatamente lo rechaza. A Antonio Villarreal sí le gusta. Lo hago por la mañana y le mando una porción. Después que vierto el líquido en un pomito plástico, por medio de un hilo, lo hago descender hasta la celda de abajo. El preso que la ocupa se encarga de hacérselo llegar. Villareal grita de contento cuando lo recibe. Yo oigo sus alabanzas a los colonos franceses que lo introdujeron en Cuba cuando aquel jaleo de la Revolución Haitiana. Villarreal también es de Morón. No lo había vuelto a ver desde la adolescencia, cuando el soñaba ser pelotero y yo escritor. Se mudó para Villa Clara y por allá fundó su familia. Más de treinta años sin reencontrarnos. Lo reconocí al segundo día de que llegáramos. Aquel gordito me era tan desconocido como Normando Hernández o Próspero Gainza, tan extraño como Nelson Aguiar o Juan Carlos Herrera. Mi único conocido era Edel García. Pero cuando Villarreal se quitó los espejuelos y vi sus ojos grandes y saltones, me acordé enseguida. “¡Coño! Tu eres Villa, el sobrino de la profesora de música, la que vivía frente a los bomberos, en la calle Narciso López, en Morón.” Y ahí mismo comenzaron los recuerdos, las leyendas, las exageraciones. Morón se transformó, de repente, en la capital del mundo. Aparecieron novias comunes, amigos comunes, paisajes comunes. El gallo de Morón cantó para nosotros ese día hasta quedarse ronco. Nadamos en la Laguna de la Leche. Paseamos por la calle Martí. Fuimos al cabaret Salón Rojo. Nos emborrachamos en los carnavales. Corrimos despavoridos cuando Juana, la loca, empezó a dispararnos botellas llenas de orina. Reconstruímos la fuente del parque Echevarría. Volvimos a la glorieta del Parque Agramonte. Soportamos las peroratas históricas del Dr. Benito Llanes. Vimos al enano Lorenzo tocando una conga en sus sartenes.
Después que le hago llegar el café a Villarreal, me dedico a leer. No hay mejor manera de dejar que el tiempo corra. A las 11 de la mañana me sacan al patio. Las ventanas de Normando, Juan Carlos, Villarreal y Próspero, dan al patio. Me paso esa hora conversando, a gritos, con ellos. Normando ocupa la celda 2 del piso alto; Villarreal, la 10, de los bajos, Próspero, la 14, del alto; Juan Carlos, la 36, de los bajos, y todas se asoman al Este. Mi ventana mira al Oeste. Lo único que veo cuando oteo por ella es un cerro pelón, una elevada torre de comunicaciones y la danza eterna de las ratas que pululan en el penal.
Tras el almuerzo Boniatico cae en una modorra evanescente. Los reclusos se han hartado con el sancocho que les sirven y duermen una siesta que se prolonga hasta media tarde. Los guardianes también se adormilan. Es el momento propicio para escribir sin ser visto, sin ser molestado. Sólo Yemina me observa de soslayo. En el pretil ha comido y defecado a sus anchas. Parece reposar. Pero no aparta sus ojillos redondos, brillantes de mí. Parece alelada. Cualquiera que la viera, diría que me adora, que está perdida de amor por mí. Yo sé que ante cualquier movimiento brusco mío saldrá como una exhalación. Me mantengo sentado en el suelo, frente a la litera. Escribo despaciosamente. Si tengo que cambiar de posición para aliviar las nalgas que se entumecen por la dureza de tan inusual asiento, lo hago parsimoniosamente, como en cámara lenta para no sobresaltarla. Me complace que permanezca ahí, callada, tranquila, como una musa de la soledad y la pobreza.
Cuando voy a esconder los manuscritos sí me muevo con rudeza para que se vaya. Ni a Yenima le permito que conozca mis escondrijos. La confianza es peligrosa. Aquí más. En las requisas sorpresivas no buscan papeles. Buscan armas, ganzúas, dinero, drogas. Pero si encuentran un papel que les parezca comprometedor, culpable, cargan con él también. No puedo admitirme el desliz. Mis manuscritos son mis únicas armas contra tanta injusticia y hostilidad cometida contra mí. Voy a convertirles estas páginas en un estruendo esplendoroso.

“¿Qué hago?” Me preguntó Yolanda cuando en la visita le expliqué dónde hallar el diario.

“Entrégalo a la prensa”

“¿Estás loco?”

“Haz lo que te digo

Se acerca el guardián. Nuestra conversación, en voz baja, se le hizo sospechosa. Abrazo a mi hijo Gabriel para disimular. El me acaricia el rostro sin barba. Nunca me había visto afeitado.

“Te ves distinto. Más flaco. Más blanco.” Me dice Gabriel.

El guardián carraspea. Se ajusta la gorra. Vuelve sobre sus pasos. Se sienta otra vez en el umbral de la puerta de entrada.

“Pueden tomar represalias.” Me dice Yolanda.

“No me importa. Ellos debían suponer que no me iba a quedar callado.”

Tairelsy me mira con hondura. Es la persona que más me conoce y me comprende. Entre mi hija y yo siempre ha existido una comunicación muy estrecha. Sabe que cuando decido algo lo he meditado antes con calma, con mesura. Toma una de las manos de Yolanda entre las suyas. Parece animarla con los ojos. En silencio le agradezco ese gesto a mi hija.
Yenima escapa entre los barrotes. Camuflo mis papeles. Los presos despiertan. El penal se anima. Escucho los golpes del bastón del ciego Norges Cervantes sonando rumbo a mi celda. Grito su nombre para que se oriente. Llega a mi celda. Le brindo del café que hice por la mañana. Me lo agradece con una sonrisa y frases de elogio. Acomodo la voz en su tono más alegre para devolverle sus lisonjas. No tengo otro modo. Si le sonrío simplemente, como acostumbro en esos trances, no se daría cuenta. Enciende un tabaco. Veo sus ojos muertos. Son un cristal artificial. No tienen el brillo que pone el alma en la mirada. Guardo silencio. El habla atropelladamente como si tuviera muchas cosas que contarme y no le diera tiempo.

“¡Norges! Se oye el grito del carcelero. Ya terminaron de limpiarle su celda.

“Mañana hablamos” Me dice. Oigo como se aleja sonando su bastón.

Treinta cuclillas.
Cuarenta abdominales.
Sesenta plancha.
Sudo.
Pudiera hacer ejercicios en el patio. Pero si gasto el tiempo en acrobacias no podría hablar con mis compañeros. Prefiero la celda para la ejercitación física. Luego un buen baño, si hay agua, si no, un baño a medias con el agua que acopio por la mañana en el cubo, plástico, por supuesto, que me trajo Yolanda. Me preparo la cena. Leche en polvo con chocolate instantáneo, que me trajo Yolanda; galletas de sal, que me trajo Yolanda; queso blanco, que me trajo Yolanda. Después a esperar la noche. La noche honda, silenciosa, larga. Hoy, al amanecer, escribí un poema que medio compuse ayer mirando la noche:

Mi celda
no es más amplia que un sarcófago
pero afuera la noche,
-ya inmensa sin Yolanda-
de hermosa, me desvela;
nadie puede enjaularla.
No han podido matarme
y me sepultan vivo:
un cadáver incómodo que canta.

La cárcel,
sucedáneo del cadalso,
le sirve a los verdugos
para la treta atroz
de simular
que son harto benevolentes.

Mi corazón,
majada fruta,
-¡lo he prodigado tanto!-
no muere
ni se asusta,
palpita suavemente
-decoro proverbial de tanta sístole-
exhala su perfume entre las rejas
y avisa
a cada enamorado,
cada ciudad ruinosa
cada enfermo de miedo,
que talado
resucito y les doy
quizás
otra leyenda.

Matutino del preso

Cuando escribí estas décimas mi amigo Antonio Villarreal y yo estábamos en la cárcel de Boniato. Entonces se las copié a mano y se las envié a su celda, dedicadas a él. Hoy lo vi enredado en la maraña oscura de unos recuerdos horripilantes, mostrando su camisa, esa que conocemos de siete años de lucha por su liberación, y no pude más que volvérselas a dedicar.            
                    
         Para Antonio Villarreal, por Morón


Luna de la madrugada
que me punza las pupilas,
candil del cielo y en filas
las estrellas. La alborada
demora. Una bocanada
de mi cigarrillo inhalo.
Espero. Ya se ve el halo
de luz que por el levante
me indica que es el instante
de empezar un día malo.


Me levanto. Hay una queja
de mis huesos. En mi cara
crece la barba. Se para
un oficial en mi reja:
es el “recuento”. Se aleja.
Voy al retrete. Me lavo.
Leo la Biblia y alabo
a Dios. De pie desayuno.
No estoy solo. No soy uno,
empiezo donde me acabo.

domingo, 18 de julio de 2010

Negociemos o suelto al loco

Negociemos o suelto al loco, parece ser el lema de Raúl Castro. Luego de haberle ordenado a la iglesia católica cubana que usurpara el sacrificio de Orlando Zapata Tamayo, las Damas de Blanco y Guillermo Fariñas, obligado al gobierno español a un “diálogo exigente” fabricado por los falócratas isleños con el viejo método escrotológico, cuyo primer capítulo establece el nada calvinista precepto de: "conmigo o muerte", muy extendio en el territorio nacional y la "diáspora", y comenzado a deshacerse de los emblemáticos prisioneros del grupo de los 75, ha mostrado por tres veces al antiguo brujo con fama de apocalíptico.
Hay quienes han hablado del narcisismo de Fidel Castro para explicar sus apariciones en momentos en que la prensa internacional mira hacia la isla, hay quienes han explicado que se trata de una señal para que se sepa quien es quien todavía gobierna en Cuba, y los más pintorescos han especulado sobre un “golpe de estado” del viejo truhán formado en la pandilla de Emilio Tro para reconquistar el poder y mantener su línea de puño de hierro.
A mi modo de ver, no es más que una urdimbre finamente bordada por las hábiles manos de una Penélope astuta, que después de esperar muchos años para realizar su sueño de regir en Ítaca, amenaza con el regreso del viejo guerrero que destruyó Troya y un nuevo caballo de madera.
Raúl Castro es el poder real. En sus manos están todos los hilos. Fidel Castro es el ancianito caprichoso que representa el abolengo de la familia y maldice, despotrica, y anuncia que volverá a tomar las riendas de la hacienda que creó -donde está imperando el desorden, la blandenguería y el relajo- y él tendrá que enmendar pero que todo el mundo sabe que ya le tiemblan las manos, tiene la vista nublada y se le mojan los calzones mientras deambula por la casa tropezando con los muebles, sobre todo, cuando se los cambian de lugar.
Sin embargo, como el Fantasma de Jaimanita es todavía una posibilidad y su mito de invencibilidad, su fama de inflexibilidad pueden aún usarse. La leyenda de su carácter holocáustico, su aura de audacia irrefrenable pueden funcionar como una coyunda para quienes se muestren reticentes a aceptar una salida negociada que salve el estatus quo de la finca y mejore las condiciones de vida de los siervos.
Eso representan para mí los tres “entremeses” con protagonista tan estrafalario, mostrado al “respetable público” y que como el viejo subgénero cómico de la “farsa didáctica” lleva una moraleja: señores negocien conmigo que si suelto al loco, se caga el buey, y  el orate de Birán perdido en la maraña de su arteroesclerosis vuelve a decirle a Nikita Krushov que dé el primer golpe, creyendo que Mahmud Ahmadinejad es el viejo cosaco.

jueves, 15 de julio de 2010

Un cayuco llegado de La Habana

Miguel Ángel Moratinos oteó el horizonte. El Mar Caribe reverberaba. Un azul de honda intensidad se extendía en lontananza. Calculó que una tormenta tropical no los sorprendería en la travesía. Revisó con calma su viejo sextante y su antiguo astrolabio. Golpeó con un dedo la brújula que sobre una estrella marina bamboleaba su aguja para comprobar que funcionaba. Limpió con el codo la visera de su gorra de marinero, se la encasquetó ladeada sobre la oreja derecha, rogó al arzobispo de la ciudad que los bendijera, y dio la orden de partida.
Antes de echarse al proceloso océano, el viejo lobo de mar se había cerciorado de que todos estaban de acuerdo en presentarse como emigrantes. Aleccionó a cada uno sobre su condición. Nadie podría aparecerse luego con que no se le había advertido su estado en la península. En el viaje anterior cometieron el error de no dejar claras las cosas y no podían repetirse los berrinches de Omar Pernet, Pedro Pablo Álvarez o Alejandro González Raga, por obtener un refugio político. De eso nada. El compromiso con el dueño de la isla era que llegarían a España como un africano más.
El patrón del cayuco alzó el brazo para despedirse del prelado, del viejo negrero que le había encomendado la carga, de los traficantes que sirvieron de apoyo en el pequeño atracadero, y tras haberse persignado varias veces, cerró los ojos para no mirar a unas mujeres vestidas de blanco, a quienes había usurpado el sacrificio, y dijo a la tripulación que izaran las velas.

miércoles, 14 de julio de 2010

El cardenal no llama dos veces

El cardenal se levantó temprano. La costumbre de madrugar la adquirió en un campo de concentración militar. En aquellos tiempo era una herejía política ser religioso, maricón o bitongo. Tras sus minuciosas abluciones matinales se vistió lentamente. Frente al espejo advirtió que tenía torcido el alzacuello. No pensó en el símbolo. Su hermenéutica estaba centrada en mensajes más sencillos. Debía hacer algunas llamadas telefónicas y no tenía tiempo para interpretaciones que lo alejaran de su deber.
La lista que había traído un atildado soldado vestido de civil yacía sobre un vetusto buró del arzobispado. La tomó con cierto hálito de abulia y desazón. Tras sus gafas las letras cobraron vida. Aquellos nombres desconocidos durante siete años por el prelado, fueron, de repente, pálpitos, sueños y familias.
Antonio Villarreal Acosta, leyó monseñor.
José Luis García Paneque, Léster González, Luis Milán continuó el arzobispo.
Y en ese instante sintió una raro escozor bajo el solideo. Quizás el nuevo champú que había comprado en su último viaje a Estados Unidos no le sentaba a su delicado cuero cabelludo. Se rascó disimuladamente, como a escondidas de Dios, y pensó que no quedaba otra alternativa. Levantó el viejo teléfono y comenzó su labor.
La pregunta que hacía era lacónica y precisa. La respuesta que exigía era monosilábica. De los que respondieron “sí”, siete se fríen de calor en un hostal de los arrabales de Madrid y otros esperan para volar hacia una libertad prestada. Los que dijeron “no” continúan mordiendo los barrotes de donde el purpurado había anunciado que los sacaría.
Pedro Argüelles Morán, Regis Iglesia, Eduardo Díaz Fleitas, Arnaldo Ramos Lauzerique y Félix Navarro se cocinan al fuego lento de la espera y la incertidumbre. Dijeron “no” y el príncipe eclesial de La Habana poco más ha podido hacer por ellos. Dios quiera que el alzacuello torcido y el escozor bajo el solideo hayan sido señales divinas enviadas por las almas de Miguel Valdés Tamayo y Orlando Zapata Tamayo para que el cardenal no se olvide de hacerles una segunda llamada.

martes, 13 de julio de 2010

La zanahoria transparente

¿Aspira realmente el canciller español Miguel Ángel Moratinos a que se levante el embargo económico que mantiene Estados Unidos sobre el gobierno comunista de la Habana?
¿Aspira realmente el Ministro de Relaciones Exteriores de España a que se elimine la Posición Común de la Unión Europea en relación con la isla de los hermanos Castro?
¿Es un ingenuo el jefe de la diplomacia ibérica?
Yo respondería a las tres interrogantes con un rotundo no.
Miguel Ángel Moratinos es un hombre culto y con una formación ideológica sólida. Es un defensor eficiente de los conceptos del partido que lo ha nombrado en el cargo que desempeña y es un político que sabe muy bien que en ese juego de posibilidades que es la política, la verdad es lo que no se ve.
Miguel Angel Moratinos ha columbrado una realidad concreta y ha tomado el atajo que mejor y más rápido conduce a la consecución de los propósitos de lo que él representa.
No son las aspiraciones de la disidencia cubana lo que impulsa a Moratinos. No es el destino de la isla lo que presiona al diplomático. La política es hija directa de los intereses económicos. Y hacia ahí se enfilan los esfuerzos del canciller.
La falta de liquidez del gobierno cubano impide que las empresas extranjeras puedan mover sus cuentas y cobren lo que se les adeuda. El Producto Interno Bruto cubano es el más pobre de los últimos cien años y la deuda externa, quizás, la más colosal de la historia de la pequeña nación. La ausencia de créditos internacionales es abrumadora. Los pocos rubros exportables se deprecian y se tornan poco competitivos. La crisis financiera global se hace doblemente agresiva para una nación con un subempleo desbordante y una ausencia total de productividad, resultado de la incuria que genera todo estado paternalista que priva a la individualidad de su sentido de responsabilidad. La población se avejenta galopantemente y la tasa de natalidad es muy baja debido a la falta de proyección de futuro de la juventud. La ideología en que se sustentaba el gobierno se ha venido abajo por su propia ineficiencia económica y ha sumido a la población en una suerte de incredulidad absoluta que induce sólo a la evasión.
El gobierno, históricamente subvencionado, ha perdido sus pilares desde que en la década de los noventas el socialismo real se desplomara. La caricatura que es el socialismo del siglo XXI que intenta el menesteroso bloque de La Alternativa Bolivariana encabezado por Hugo Chávez, no alcanza para abastecer “las siempre crecientes necesidades” de un continente devorado durante siglos por la idiotez de sus administradores, y Cuba requiere de una transfusión urgente que la pésima gestión administrativa venezolana pone cada día más en riesgo.
¿Qué resta. Regresar a la Europa de antes de la Posición Común. Establecer convenios bilaterales que permitan a Cuba acceder a fuentes crediticias con las que permanece endeudada y no se arriesgarían a nuevos créditos a un país con un expediente abrumador de impagos? Absolutamente quimérico. ¿Convencer a Praga, Cracovia, Berlín para que no depositen en el parlamento Europeo “la bola negra” y lograr la unanimidad que requiere el cambio de posición. Absolutamente ingenuo? Y Moratinos no es quimérico ni ingenuo.
No es hacia Europa y la Posición Común que apunta. Es hacia Estados Unidos y el Proyecto de Ley H.R. 46 45. Sólo una gran afluencia de turistas estadounidenses devolvería a la Habana una liquidez que le permita pagar algunas deudas y comprar los insumos necesarios para reanimar una productividad muerta en el país, sobre todo en la agricultura, lo que también tiene en cuenta el Proyecto de Ley.
El Ministro de Relaciones Exteriores de España, junto al régimen de los hermanos Castro, no ha montado el espectáculo de la liberación de unos presos que nunca debieron estarlo porque deseen que se resuelva el viejo diferendo entre Washington y La Habana y se levante el ya muy elástico embargo económico, sino para que se flexibilice aún más y permita la entrada de una liquidez que serviría no sólo para salvar la maltrecha dictadura sino también la irrentabilidad de las empresas españolas en la isla.
De levantarse el embargo, y esto lo sabe muy bien Miguel Angel Moratinos, España desaparecería del mapa económico cubano. La competencia de los inversionistas estadounidense, por razones puramente geopolíticas y tecnológicas, arrasaría con la presencia española, y esto no lo desea el señor canciller español.
Miguel Ángel Moratinos aspira realmente a que la afluencia de turistas de Estados Unidos ponga en manos del régimen cubano un dinero que le permita el status quo, con muy leves reformas poco riesgosas para su poder real, y España pueda recuperar, al menos, el capital invertido durante más de dos décadas de perdidas e irrentabilidad—lo que le añade el aplauso de otros inversores de Canadá, Brasil y Francia, entre otros que padecen la misma situación—y cuando llegue la libre competencias de inversores extranjeros, por lo menos, que el desastre de empresarios que se lanzaron a destiempo no sea tan catastrófico. Lo otro es opereta de diarios efímeros. Y la mediación de la iglesia la única alternativa para sobrevivir como entidad independiente, que es lo único que ha hecho con gran ductilidad política, desde que en El Renacimiento, hace más de quinientos años, perdiera su poder como parte de los desaparecidos estados feudales.

lunes, 12 de julio de 2010

Héctor Palacio, asesor especial y plenipotenciario de Barack Obama para asuntos cubanos.

Una entrevista de Mauricio Vicent.

El País, sábado, 10/7/2010

P: ¿Cuál debiera ser el papel ahora de la UE y de EE UU?

R: En 2008, cuando salí de Cuba estuve con Obama varias veces. Él me preguntaba qué se podía hacer. Yo le dije: no le pido que quite el embargo porque eso es muy difícil, pero hay que ir desmantelándolo. Le dije que algunas medidas podrían ser permitir los viajes de los exiliados y el envío de remesas [ya lo ha hecho], y también autorizar los viajes de los turistas norteamericanos [en estos momentos se está discutiendo en el Congreso]. Todo eso ayudará a que Cuba se abra, porque si Cuba empieza a convivir con el mundo no puede seguir con una política de cerrazón e intransigencia.

viernes, 9 de julio de 2010

La última tortura

Tres días bastaron para encarcelarnos. Quince días fueron suficientes para condenarnos. Siete años para, a cuenta presos, liberarnos.
Fue necesario que Miguel Valdés Tamayo muriera con el corazón ripiado por un infarto, que Normando Hernández y Luis Enrique Ferrer no vieran crecer a sus pequeñas hijas, que Antonio Villarreal enloqueciera, que Ariel Sigler Amaya permutara sus piernas por una silla de ruedas, que Orlando Zapata Tamayo decidiera morir de hambre, que las Damas de Blanco recibieran insultos y golpes, que Guillermo Fariñas expusiera su vida para que el régimen cubano tomara la decisión de liberar a los restantes 52 presos del Grupo de los 75.
Pero la promesa de liberación trae el sello de la última tortura. Para cualquiera de los encarcelados esperar tres o cuatro meses, soñando, ansiado, rezando porque mañana sea el día señalado, será la más cruel de las esperas. Una guerra de nervios, una batalla de sobresaltos, una sucesión de frustraciones en cada atardecer en que no llegue la noticia.
Después de siete años y cuatro meses de prisión, hay que ser muy fuerte para resistir la llegada del día en que, para colmos, junto a la liberación quizás les impongan el destierro.
Si hubiera buena fe, si no esperara algo a cambio, si el gobierno cubano no acostumbrara a macerar el alma de su pueblo, podría esperarse que la liberación hubiera sido inmediata y sin condiciones, pero las dictaduras son dictaduras y torturan hasta el último instante.

jueves, 8 de julio de 2010

Cinco destierros y una promesa


Mientras el régimen cubano guarda un silencio conventual sobre el destierro de Antonio Villarreal, Léster Pentón, Luis Milán, José Luis García Paneque y Pablo Pacheco, y la promesa de liberación de otros 47 presos políticos que anunciara el miércoles en un comunicado el Arzobispado de la Habana, los medios de prensa se han abarrotado con titulares que distribuyen éxitos a diestras y siniestra.
Unos consideran que la iglesia católica es la gran triunfadora. Otros exaltan la actitud de Guillermo Fariñas, quien ha permanecido en huelga de hambre durante más de cuatro meses. Los más vinculan al hecho la notoriedad que alcanzó la muerte de Orlando Zapata Tamayo, subseguida por la valentía de las Damas de Blanco y coronada con el largo ayuno de Fariñas.
Más siniestra no puede ser la realidad, ni más diestra la dictadura cubana para desvirtuarla.
El real triunfo corresponde a 51 años de fracasos económicos que han puesto a la dictadura tropical en el peor de los atolladeros y del cual sólo saldría con el auxilio de nuevos subsidios que eviten el colapso final.
Frente a ello, el régimen cubano se ha visto en la necesidad de apelar a viejas trácalas—usadas con la misma frecuencia con que se han producido las crisis internas—para solventar, posiblemente, el último malabar de una gerontocracia en franca decadencia.
La decisión de liberar a los 52 presos restantes del Grupo de los 75 se convierte en un arma ofensiva tras una larga posición defensiva en que lo había colocado su torpeza económica y política.
Al liberarlos salvaría ciertos obstáculos concretos: acalla los reclamos de Amnistía Internacional que sólo reconoce a estos 52 como presos de conciencia, y con ello deja sin fundamento el discurso que las Damas de Blanco han defendido desde hace más de siete años, respalda la propuesta del gobierno español para la eliminación de la Posición Común, y entrega al Presidente del Comité de Agricultura de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Collin Peterson, elementos para defender y apoyar el proyecto de Ley H.R. 46 45 que levantaría la restricción de viajes de estadounidenses a Cuba y facilitaría la venta de productos agrícolas, con lo que obtendría una ayuda económica que le permitiría entregar a sus herederos una situación nacional más llevadera.
Indudablemente que es una excelente noticia, sólo que hasta ahora tenemos únicamente cinco destierros y una promesa de liberación—y los Castro son especialistas en prometer e incumplir. Habría que ver qué ocurre dentro de tres o cuatro meses, plazo que han puesto para hacer realidad su compromiso con la Santa Iglesia Católica, cuando Miguel Ángel Moratinos no pueda conseguir unanimidad—votación que normalmente sólo ocurre dentro de los regímenes totalitarios—en el Parlamento Europeo para eliminar la Posición Común, o Peterson no logre pasar el Proyecto de Ley H.R. 46 45. Por otro lado, habría que ver si tras este “fructífero” diálogo con la Iglesia viene el diálogo con el pueblo y se le permite la libertad de expresión y prensa, la libertad de asociación, la libertad de empresa y comercio, la creación de partidos con tranferenciabilidad de poder, si se admite la división de poderes del Estado y se eliminan las leyes que permiten juzgar por delitos políticos. Entonces podríamos hablar de verdaderos triunfos del pensamiento de Orlando Zapata Tamayo, Guillermo Fariñas, el Grupo de los 75, las Damas de Blancos, y miles de cubanos más que han empedrado este largo camino hacia la libertad y el respeto a los derechos fundamentales del ser humano.

miércoles, 7 de julio de 2010

La noticia que acabo de escribir

Hace años esperaba poder escribir esta noticia, hoy he tenido el privilegio divino de hacerlo. 

El Gobierno de La Habana liberara a 52 presos políticos, cinco de ellos en las próximas horas.

Se trata de todos los opositores que quedaban presos del Grupo de los 75, encarcelados en la ola represiva de la Primavera Negra de 2003.
Un comunicado de la Iglesia católica cubana indica que el cardenal Jaime Ortega y el canciller español, Miguel Angel Moratinos fueron notificado de la decisión en una reunión que sostuvieron con el jefe del régimen cubano, el general Raúl Castro.

sábado, 3 de julio de 2010

La yagua antes que caiga la gotera o no me joda, doctor

El gobierno de Cuba –por medio de su altavoz privado—advirtió este sábado que el periodista independiente Guillermo Fariñas, en huelga de hambre desde hace 130 días, está en peligro potencial de muerte.
Armando Caballero, jefe de Terapia Intensiva del Hospital Arnaldo Milián, de Santa Clara dijo que el paciente tiene un peligro potencial de muerte, porque depende de la evolución de un trombo que tiene alojado en el confluente yugulo subclavio izquierdo.
Las declaraciones del médico –las que cualquier cubano calificaría como: estos cabrones están poniendo la yagua antes de que caiga la gotera—se pueden leer en una entrevista que publicó el diario oficial Granma, en la cual se explica con lujo de detalles lo que los médicos han hecho por Fariñas pero no se dice ni una palabra de las causas de la huelga ni de la labor opositora del periodista.
Fariñas inició su protesta el 24 de febrero para exigir la liberación de 26 prisioneros políticos enfermos, un día después de que murió el preso opositor Orlando Zapata tras 85 días de huelga de hambre. El 11 de marzo fue ingresado en el hospital de Santa Clara tras un shock hipoglucémico, y desde entonces se le aplicó alimentación parenteral.
En la entrevista el doctor Caballero señaló que su equipo seguirá luchando por preservar la vida de Fariñas y tratar de convencerlo para que coma alimentos, pero puntualizó que hay que respetar la voluntad de los pacientes y el opositor está plenamente consciente.
La publicación en el diario del Partido Comunista rompió el silencio que ha guardado la prensa cubana, toda estatal, en torno al caso de Fariñas, lo que reafirma el viejo adagio popular: están poniendo la yagua antes de que caiga la gotera.
Piensen en esto que recalcó el doctor Cabellero: Como ya dije anteriormente, en mis 37 años en terapia intensiva he visto casi 20 mil pacientes, pero Fariñas es el único que he atendido en dos ocasiones porque se ha negado voluntariamente a ingerir alimentos oralmente de forma prolongada. Eso no es habitual. He visto muchos casos en este servicio, incluso he sido el médico de personas que han hecho intentos suicidas por determinadas razones y al final la mayoría quiere la vida. Eso es lo que los médicos de esta sala le estamos pidiendo a Fariñas: que contribuya a la lucha por su vida.
Pero ¿quién le pide a Raúl Castro que libere a los presos políticos, sólo Fariñas? No me joda, doctor.

viernes, 2 de julio de 2010

Don Cojones de las manchas

Mi amigo Juan Carlos Herrera Acosta lleva siete años, cuatro meses y catorce días en la cárcel. Está preso desde marzo de 2003 por ejercer el periodismo sin orientaciones del único partido cubano.
Lo condenaron a veinte años de cárcel por reportar los sufrimientos de su pueblo con los colores de la verdad. Ha recorrido las celdas de la penitenciaria de Boniato, en santiago de Cuba—donde lo conocí personalmente—la prisión provincial de Holguín, el penal Kilo 7 de Camagüey, y ahora se halla en el Combinado de Guantánamo. Siempre en celdas de castigo y bajo régimen de mayor severidad.
El 30 de agosto de 2003 cuando nos declaramos en huelga de hambre en la cárcel de Boniato fue la última vez que nos vimos. Nos separaron y nos dispersaron por diferentes prisiones de la isla. He estado todo el tiempo al tanto de él. Es de esos amigos que uno quisiera tener siempre al lado, porque son de los que no flaquean.
Hoy escuché su voz en un reporte de Radio Martí en el que, desde el Combinado de Guantánamo, pedía a la comunidad internacional que intercediera por él. Lo tienen aún en régimen de máxima severidad. El traslado que le concedieron después del simulacro de conversaciones entre la iglesia católica y el gobierno, para él ha sido una engañifa.
Juan Carlos Herrera Acosta padece tantas enfermedades que nombrarlas parecería una exageración. Ha realizado tantas huelgas que enumerarlas me dolería. En una de ellas la policía política lo difamó diciendo que estaba comiendo a hurtadillas, y entonces se cosió la boca con un alambre e hilo de un saco de nylon. Un escalofrío de rabia me invadió cuando supe la noticia. Pero el mayor sufrimiento lo tuve cuando supe que única hija—una adolescente—había muerto en un accidente de tránsito mientras viajaba para visitarlo en la cárcel.
Juan Carlos Herrera Acosta lleva siete años, cuatro meses y catorce días en la cárcel. La cárcel más injusta que se pudiera concebir porque toda su vida la ha dedicado a luchar por la libertad y hoy cuando lo escuché decidí compartir este capítulo del libro Escrito sin permiso en el que describo cómo lo conocí.

                                                                Capítulo 5
Yenima anda alarmada. Almorzó y se fugó enseguida. No esperó para verme escribir. Cuando hay bronca ella se altera. No camina contoneándose. No marcha con esa levedad de bailarina con que logró cautivarme. Las hembras detestan la violencia. Suelen arreglar los diferendos de otro modo. Recurren a métodos más refinados, más sutiles, que, a veces, son más eficaces y hasta más peligrosos para el adversario. Sin embargo cuando una hembra acude a la violencia, puede ser devastadora. No conocen los límites. Están, por naturaleza, más preparadas para el dolor.

Al regresar del patio me extrañó no verla en el pretil. Apareció cuando sintió el chirriar del carro donde traen la comida para los presos. Colao, un recluso viejo, descalzado, sin dientes, enteco, es quien tira del carro. Lo acompañan tres guardianes. Los guardianes reparten los alimentos. Por una abertura situada en la parte superior de la puerta semitapiada, los presos sacan sus vasijas y los guardianes les vierten los condumios.
De celda en celda va Colao tirando del carro. El carro es un armatoste de planchas de acero soldadas. Sus ruedas rechinan con cierto acento lúgubre. La mugre, de años, chorrea por los laterales del carro. Es un carromato pringoso y pestilente. Su tirante es un semicírculo de cabilla. Colao va, como un mulo manso, dentro del tirante. Se encorva. Afinca los pies desnudos en el suelo resbaladizo del pasillo. Puja. Suda. Resopla.
Los peroles que contienen los alimentos están tan cochambrosos como el carro. Se pierde el apetito de solo verlos. Un caldero enorme para la sopa: una sopa grisácea con hierbas irreconocibles que logra su densidad a base de harina de trigo. Un tambuche con bolloe’vaca: un engrudo indescriptible que fabrican a partir de la harina de trigo y algún desecho cárnico. Un bullón para el arroz: un arroz apelmazado, cundido de gorgojos, granos sin descascarar, semillas de otras yerbas y piedrecillas que le dan una coloración entre ocre y terracota. Un último bidón con mermelada: un líquido ambarino, pegajoso, repugnante. Colao arrastra con esa carga. Piafa. Transpira. Es un arco con la cabeza pegada al pecho.
A Yenima no le gusta el bolloe’vaca. Se lo coloco en el murete de la ventana y lo hociquea pero no lo come. La burundanga si le apetece. La burundanga tiene peste de demonio. Huele a cadáver, a podredumbre. Son los residuales de animales sacrificados en el matadero, traídos, sin refrigerar, a la penitenciaría, y cocinados sin aliño alguno. Tiene un color entre amaranto sucio y carmelita lodoso. Parece vómito de algún animal prehistórico. De ese color era también la sangre de Urbano cuando se secó en el patio.
Urbano Escalona. Mulato. Joven. Infectado de SIDA. Ocupa la celda 17. Jorge Ochoa le propinó una cuchillada en el cuello. La sangre estaba en el patio cuando me sacaron. Yo leía en mi celda mientras se producía la reyerta. Oí la algazara. Los gritos subieron hasta mí. No me apartaron de la lectura. Aquí el vocerío es normal. Ya me acostumbré. Fui a tomar el sol sin saber qué había ocurrido. Villarreal que sí presenció desde su ventana la tremolina, me contó. Parece ser que el problema venía de antes. Ochoa profirió unas ofensas contra Urbano. Le dijo homosexual. Urbano se defendió con otros insultos. Ochoa extrajo una cuchilla que traía escondida entre los genitales y el calzoncillo y le tajó el cuello a Urbano. Los guardianes abrieron el candado del patio. Entraron, tonfa en mano, perro gruñendo, y detuvieron la gresca a porrazos. Urbano fue del patio a la enfermería, donde lo zurcieron torpemente, y de ahí a su celda. Ochoa fue del patio a la tola.
La tola es una celda igual a las que ocupamos pero sin litera, sin retrete, sin grifo. La ventana de la tola permanece sellada con ladrillos, la puerta totalmente tapiada por una lámina de acero. En ella la penumbra es absoluta. Los insectos y las alimañas la copan sin que uno pueda verlos. Allí fue a carenar Ochoa, sin más ropas que el calzoncillo.
Ochoa canta por las noches. Les demuestra así a los carceleros que no tiene miedo de permanecer en la tola. Los otros presos lo estimulan para que cante. Las canciones de Ochoa hablan de mujeres traidoras, de amigos ingratos, de beodos, de pérdidas de fortunas, de hijos abandonados, de madres santas. Es el clásico repertorio de bolerones alambicados, melodramáticos que inundan la música popular cubana. Ochoa tiene filosofía de bolero y fama de bragado. Es todo un hombre, al decir de los otros presos. Los otros presos, los que lo admiran, se las ingenian para hacerle llegar cigarrillos, agua y sábanas.
Desde la tola sube olor de telas quemadas. Ochoa ha encendido una hoguera para espantar los insectos. Los guardianes del turno de esta noche hacen la vista gorda. Son buenas personas. Saben que Ochoa la está pasado mal. Si estuviera aquí Kindelán, el panorama sería distinto. Kindelán es un reverendo hijo de puta. Un verdugo verdadero. Hubiera ido a la tola, con dos carceleros más -no tiene coraje para hacerlo él solo- abierto la puerta tapiada, tirado un cubo de agua contra la fogata y contra Ochoa, luego retirado riendo de su heroicidad. Kindelán es cruel y cínico. Ha trabajado durante muchos años en esta prisión y se ha impregnado de lo peor de la conciencia humana. Se relame con los padecimientos ajenos. “¡Un chacal!”, aseguran quienes le conocen. Ojalá no tropiece conmigo. No se cómo yo reaccionaría. Y por el momento, me conviene pasar lo más inadvertido posible. Juan Carlos Herrera si ha tenido discusiones con Kindelán. Le ha dicho sicario, esbirro, ladrón, chantajista. Kindelán le ha sonreído. “Goza, goza, ahora”, le ha dicho Kindelán a Juan Carlos. Por la tarde, cuando el carro chirriante y apestoso pasa frente a la celda de Juan Carlos, Kindelán aprovecha para desquitarse: toma el cucharón, revuelve la sopa nauseabunda, aparenta que busca algo, simula que lo vaciará completo en la cantina que Juan Carlos saca por la abertura de su puerta, pero deja caer el líquido de nuevo en el caldero, y solo vierte una mínima porción del agua grisácea. Juan Carlos le grita una palabrota y le lanza la cantina. Kindelán sonríe. “Goza, Goza”, le dice a Juan Carlos. “¡Arrea!”, le grita a Colao. Dios quiera que yo no tropiece con Kindelán.
No conocía a Juan Carlos Herrera. Había leído algunos de sus reportes en el boletín de Cubanet. Sabía que vivía en Guantánamo y que era periodista independiente. Pero personalmente no había tenido el gusto. Y fue un gusto verdadero conocerlo. Es un valiente. Lo trajeron a Boniatico un par de semana después de estar yo allí. Llegó con un ojo amoratado. Los guardianes lo habían golpeado salvajemente. Luego él mismo me contó que el carcelero se había aprovechado de que estaba esposado y otros celadores lo sujetaban por la espalda para darle un puñetazo en el rostro. El hecho ocurrió porque había gritado: “¡Abajo Fidel Castro!” Nos hicimos amigos sin siquiera darnos un estrechón de manos. Nos abrazamos, con esposas puestas los dos, muchos días después cuando ya nos habían rapado la cabeza –y a mi la cara también- y nos estaban tomando fotografías para el expediente de prisioneros. Coincidimos en la antesala de Boniatico y, antes de que los guardianes pudieran evitarlo nos fundimos en un abrazo.

jueves, 1 de julio de 2010

Otra vez Moratinos

El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España, Miguel Ángel Moratinos, viajará a Cuba entre el 5 y el 8 de julio, beberá algunos mojitos con su homólogo Bruno Rodríguez—que el calor caribeño por estos días bien que los recomienda—recorrerá la Habana en un coche refrigerado, tal vez se dé su saltito a Varadero—con o sin jinetera de lujo, todos dependerá del viagra disponible—y al regreso descorchará algún ligero tempranillo con el cardenal Jaime Ortegas y pedirá que lo absuelva.

El canciller español se reunirá—a no dudarlo—con algunos empresarios españoles, cotillearán sobre lo jodida que está la cosa en Cuba por la falta de liquidez y el impago a las empresas extranjeras, barruntarán que si el derrame de petróleo del Golfo de México llega a las costas de la Habana y Matanzas, Meliá se las verá negras, cuchichearán—lejos de cámaras y micrófonos—sobre las nuevas labores de los agentes de inteligencia que dejaron volver a la embajada después del escarceo que les costó el cargo, el carro y el culo a Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, y ya en la alta noche, cuando los empleados de la casa—todos informantes de la inteligencia cubana— recojan los rastrojos de la francachela y estén prestos a marcharse, luego de un poco disimulado eructo, calcularán el tiempo que le queda en el poder a la gerontocracia isleña, y harán nuevos planes para un futuro mejor.
El jefe de la diplomacia española colocará sus mejores afeites a sus declaraciones ante la prensa en esta tercera visita a la isla desde 2007, cuando España y Cuba normalizaron las relaciones y establecieron un mecanismo de diálogo sobre Derechos Humanos, en el marco del cual Madrid ha pedido la liberación de los presos políticos, y explicará que todo marcha sobre ruedas—y que marcharía mucho mejor si no fuera por el cabrón bloqueo que imponen desde hace un cojón de años los americanos—, que la iglesia católica ha jugado un papel importantísimo, que el gobierno ha tenido gestos humanitarios con la disidencia, y que la disidencia está consciente de que se la tendrá que seguir mamando porque nadie les va a resolver su problema.
Quizás—y esa es la nueva zanahoria para periodistas comemierdas que gustan de vislumbrar y pronosticar—se cree la expectativa de que esta vez si van a liberar a tres o cuatro presos convertibles, como se creyó ocurriría con Dominique Mamberti, a quien no se le dio su cuota de presitos para no mezclar a la Santa Sede con política, pero que al gobierno español si lo premiarán por su cantidad de mariconerías a favor de los ancianitos verde olivo, y  el flamante canciller, una vez llegado a la vieja Europa con su botín del Nuevo Mundo, pueda explcar: os dije que era vuestra política la equivocada, aquí me veis, he logrado el lauro a mis esfuerzos, y ello hará olvidar que la realidad es otra, pero eso nada más que le importa a cuatro o cinco recalcitrantes de adentro y de afuera de la isla.