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jueves, 31 de diciembre de 2009

DEJAME QUE TE CUENTE













Delicioso edén

(Novela inédita)

Capitulo diez.



Enrique se fue a Alemania. Pero algo de él se movía en el interior de Rebeca. El coronel Rodolfo no sospechaba siquiera los malabares que tendría que jugar para que la honra de su hija, de su familia, y sobre todo la de él, salieran ilesas de aquel nuevo embrollo en que el carácter impetuoso de Rebeca los había sumido.
─Le roncan los cojones-gritó fuera de sí el coronel─venirse a preñar a esta hora.
─Tú eres el culpable. La dejas hacer lo que le dé la gana. Fustigó la madre de Rebeca.
─En esta casa yo soy el culpable de todo.

─¿Quién es el que nunca está? Estados de alerta. Reuniones del Partido. Citaciones urgentes del Estado Mayor. Intrigas de la FAR para joder al MINIT. Viajes secretos al extranjero. Eh, ¿dime?
─Mira, lo que hay que hacer, es resolver este tallo.
─¿Cómo? Ella dice que no se hará ningún legrado.
─¿Donde está ella?
─En la Universidad, supongo.
─No te ha dicho quién es el padre.
─No.
─A mi me lo dirá. No te tiene confianza porque tú tratas de imponértele. Hay que irle por abajo, Tiene un carácter muy fuerte.
─Tiene a quien salir.
Rodolfo no quiso responder la insinuación de su mujer. Para todos representaba un hombre de carácter disciplinado, inflexible, estricto. Y eso, quizás muy necesario para ejercer la autoridad que detentaba, se tornaba una simple máscara que usaba para hacerse obedecer. En casa Rebeca fungía como la princesa caprichosa y su madre la reina todopoderosa que regía, ordenaba, se imponía. El coronel era realmente manso y suave como una paloma. Su hija lo ponía a danzar en la palma de su mano. Sentía por ella una ternura que se tornaba debilidad. Verla desear era para él una orden, verla llorar un sufrimiento, verla reír una fiesta. Nunca tuvo energías para reprenderla. Cualquier regaño resultaba de una impostura tal que ambos terminaban burlándose de lo caricaturesco de su seriedad. Se declaraba incapaz de reprobar el más mínimo acto de ella. Realmente el carácter recio de Rebeca se lo debía a la madre, aunque el coronel alardeara en público de que lo había heredado de él.
Rodolfo fue hasta el refrigerador. Lo abrió. Tomó una botella de cerveza y caminó hasta la terraza. Ocupaban el último piso y su apartamento era el más grande del edificio. Sobre una silla de extensión con mullidos cojines reposaba Vinagre, un gato de angora cuyo mal carácter le había granjeado aquel nombre agrio. El coronel lo tomó por la barriga, lo levantó hasta la altura del pecho y, después de una carantoña más propia de un niño que del recio hombre que era, se sentó con el gato acomodado en el regazo.
Desde aquella terraza la ciudad no era calurosa, ni sucia ni triste. El aire acondicionado y los cristales polarizados dotaban al ojo de una visión más idílica. Desde allí simulaba, más bien, una postal turística. Todo el hechizo inexplicable de La Habana cabía en una ojeada. El sol como una moneda gigantesca entrando pausadamente en la hucha del mar. Los altos edificios del Vedado, fileteados por el dorado del atardecer, parecían derrochar holgura, placidez, alegría. La avenida del Malecón se deslizaba sinuosa y musical como un reptil salpicado por la espuma de las olas. La cúpula del Capitolio Nacional como una ridícula torta revestida de un merengue grisáceo.

─Vinagre, carajo, mira que Rebequita nos da dolores de cabeza.
El gato ronroneó como si lo hubiera entendido. Arqueó el lomo y se convirtió en un ovillo suave. De sólo escuchar el nombre de Rebeca, comenzó a lamerse con fruición una de las patas traseras. Parecía hecho sin huesos. Con esa elasticidad propia de los felinos la lengua recorría el largo trecho desde las uñas hasta el anca y, mientras se refocilaba en su gozo, con los ojos entornado, el gato quizás rememoraba el deleite de Rebeca cuando él hacía lo mismo en el cuerpo de la muchacha. Ella lo había entrenado en el lúbrico, sutil juego de lamerla, mientras se untaba leche fresca sobre la piel y los rincones más cálidos, y lo guiaba por aquellos parajes placenteros donde iba depositando el líquido, hasta que en el final de la ruta, siempre el mismo sitio, la muchacha contorsionaba y gemía poseída por un demonio dulce que le extraviaba los ojos y la dejaba como sin sentido.
─Y qué mal momento escogió para el desplante─reflexionó en voz alta el coronel─ No sabe la de rollos que hay en el ministerio. Quien se salve queda bobo. Suerte que yo no estoy embarrado. Porque esto va a explotar. No digo yo si explota. La gente de arriba se va a sacudir y toda la mierda caerá sobre los hombros de alguien. Segurito, segurito. La mierda de esa clase nunca cae al suelo. Es mucho el ruido y los cabrones no se van a dejar cagar.
El gato parecía no oírlo. Había asumido esa postura distante, aristocrática que le era característica. Se tornaba, más bien, una escultura de líneas casi musicales. La pelambre relucía como rodeada de una luz interior que le brotaba levemente del cuerpo. Un misterio insondable le vidriaba la mirada. Su presencia sobre las piernas de Rodolfo era física pero en espíritu vagaba por inextricables vericuetos.
─Si el verraco de Enrique estuviera aquí, este asunto sería pan comido. Rebequita se las arreglaría para endilgarle la barriga. Veremos si se hace hombre en Alemania. Aunque como está la cosa, aquello se jode antes de que termine de estudiar. Mala pata, carajo. Todo se está juntando. Violeta Chamorro le va a ganar a Daniel Ortega. Estados Unidos vinculándonos con la droga. El campo socialista con todos los tabiques agrietados. Qué añito. 1988. 88, muerto grande. ¿Quién irá a poner el muerto?

miércoles, 30 de diciembre de 2009

DOS MÁS DOS, SON 75


El plomero de los sueños





Por Manuel Vázquez Portal




¿Qué fuentes ha querido componer Orlando Zapata Tamayo, qué cañerías rotas, qué conductos tupidos?
Orlando Zapata Tamayo está preso desde marzo de 2003. Aquella Primavera Negra de hace casi siete años lo sorprendió tratando de llevar el agua fresca de la libertad a los hogares cubanos. Preso aún ha tratado de que el cantar de la fuente no cese. El no ha cesado de componer grifos, de purificar los estanques, de sellar salideros. Por eso su condena total es de 36 años de cárcel, impuestos por la Policía Política cubana en 9 juicios a puertas cerradas, en los que no han participado sus familiares, ni le han brindado derecho a abogados para la defensa.
¿Es Cuba un acueducto descompuesto que mata de sed a sus ciudadanos? ¿Una alcantarilla desbordada que asfixia con sus aguas negras y su fetidez a los habitantes que la pueblan? ¿Un muro derrumbado que no quiere aceptar su desplome?
¿Cómo llamaría el canciller Miguel Ángel Moratinos a Orlando Zapata Tamayo si fuera español?
¿El fontanero del alma?
Para nosotros es el plomero de los sueños.
Orlando Zapata Tamayo: un plomero humilde –como se le dice en Cuba a los fontaneros- ha soñado con que el agua de la sociedad sea límpida, que corra transparente y sin valladares que le impidan el salto y el murmullo, que inunde los sembradíos y las cocinas, que el campesino no tenga que esperar por el milagro del gobierno para ver crecer sus hortalizas, que las mujeres no tengan que medir con jarritos sus fregados.
Orlando Zapata Tamayo es un albañil decoroso a quien por aspirar a que el muro dé paso a todas las puertas y ventanas, le han cerrado todas las puertas. Entonces él se ha visto obligado a abrir la única posible: morir porque se abran todas. Desde el 3 de diciembre Orlando Zapata Tamayo se ha declarado en huelga de hambre. Tiene en sus manos una llave de extensión para resistir ante la barbarie y una cinta métrica para que todos sepan el largo de su coraje.
Pero la cloaca quiere arrastrar con sus heces a la bondad y el amor. Orlando Zapata Tamayo batalla con las pocas herramientas que posee: su sangre, su valor y su entereza. Es de los plomeros que no se amilanan frente al torrente desbocado. Mientras los albañales quieren ahogarlo él pone para la libertad sus manos y su frente “como un árbol carnal, generoso y cautivo”.





Un día que Dios estuvo enfermo



Por Don Alternán Carretero


María Libertad Ferrer Peña cumplirá siete años el día 15 de junio. Y será la séptima vez que su padre no aparezca con un regalo para ella. No habrá piñatas ni alegría. Ella nació tres meses después de que su papá fuera arrancado brutalmente del seno familiar. Quizás María Libertad sí nació un día que Dios estuvo enfermo.

En marzo de 2003 la policía política cubana tenía la orden de que Milka María Peña se quedara sola con su hija sin nacer y tuviera que criarla entre visitas a una cárcel y angustias en las noches de llantos de la niña.
Era la Primavera Negra de Cuba y la policía política cumplió la orden. Llegó, en aparatoso operativo militar, a casa de Luis Enrique Ferrer García y se lo llevó. Se lo llevó y él no pudo ver la sonrisa de la enfermera que le dijera que había tenido una linda niña. Se lo llevó y por eso Luis Enrique no aparece en ninguna foto de cumpleaños de María Libertad. Se lo llevó y por eso María Libertad no sabe lo que es un cumpleaños junto a su padre.
Luis Enrique tenía entonces 29 años. Era Miembro del Movimiento Cristiano Liberación en Puerto Padre, un pueblito al norte de Las Tunas. Soñaba que las miles de firmas recogidas por el Proyecto Varela sirvieran para que el gobierno cubano entendiera que el pueblo no estaba siendo feliz y reclamaba cambios. Pero el gobierno no entendió. Lo condenó a 28 años de cárcel y siete años después los cambios se hacen más necesarios y el gobierno más sordo y María Libertad sigue cumpliendo años en ausencia de su padre.

martes, 29 de diciembre de 2009

OTRO CANTAR








Del sitio del amor


















Del sitio del amor
nacen las grietas
por donde el odio atisba.


El crujido brutal de las fisuras
puede romper los tímpanos del alma.
Del escombros
las piedras
suelen segar la límpida estatura.


Mantenerse de pie, el alma resonando,
levanta a la alegría el monumento .


Pero el odio se esfuma,
brizna de hiel que arrastra el vendaval,
parte dando alaridos, ánima sin consuelo.
Ha entrevisto el fulgor
supone que la luz viene de afuera,
libélulas fugaz muere incendiada.


Sana el amor,
se queda arrebujado
en la tibia cobija de lo cierto.


No son las grietas el amor
son las paredes
que sostienen inmunes las columnas
del sitio en que se vive umbrío y sosegado.


El odio
un arañazo deja en la hiedra tierna,
su mínima hendidura pasajera,
pero asciende la savia y cicatriza
el verde que ampara a las paredes.


Sana el amor
el alma canta, vuela.

lunes, 28 de diciembre de 2009

CANTAR DE LA SABANA


Padre







Por Luis Mario










Carpintero, por la estancia
de una tumba te me fuiste,
dibujando un niño triste
con tu pincel de distancia.
A una infancia sin infancia
me impulsó tu despedida
y tan ardua fue la vida
para el fruto sin raíz,
que al cabo, la cicatriz
me dolió más que la herida.


Sin embrago, carpintero,
fuiste tan padre y tan noble
que tu martillo en mi roble
moldeó lo imperecedero.
En mi campana de acero
tu ejemplo se hizo badajo,
aunque el resumen me trajo
el paladar de salitre
con un sueño de pupitre
y un grillete de trabajo.

domingo, 27 de diciembre de 2009

OJEADAS






Buena fe a largo plazo






Por Manuel Vázquez Portal
El arte tiene su estrategia política propia. En ella, como en toda estrategia, palpita un propósito: el éxito en el presente y la trascendencia en el futuro.
El éxito para el arte se legitima cuando alcanza que el receptor, al identificarse con él, lo disfrute y convierta en celebridad a quien lo produce. Primero a nivel local, más tarde, si es meritorio, a nivel universal, y por supuesto, luego en la posteridad.
Pero esa relación, en un principio, es más sensorial que conceptual; son los sentidos quienes gozan con el arte. Más tarde viene la conceptualización, pero ya el arte hizo su parte, tanto desde lo liminal como desde lo subliminal.
De ahí que el arte corra el riego de convertirse en arma que los políticos puedan usar como medio de penetración en regiones a las que deseen influir. Y si esas zonas a injerir poseen características afines, el arte, por su capacidad de sugerencia propia, es el más eficaz y sutil instrumento.

El artista, entrampado en esta circunstancia que se ha repetido sostenidamente a lo largo de la historia, y que va de la censura al reconocimiento, sobre todo en países donde la política rige toda la vida social, comprende que ha de intercambiar necesidades, y para conseguir su fin, permite ser usado como medio, para a su vez, usar como medio a quien lo usa.
La política requiere de una estética que la represente, y el arte necesita de un soporte que le permita la interacción social. En ese intercambio, por supuesto, la política pierde, porque ella es circunstancial, mientras que el arte, si es auténtico, puede tornarse eterno.

Por tanto, los artistas ante esa encrucijada de multiplicidad de medios, echan mano de aquellos que estén al alcance y conduzcan a su fin: el reconocimiento, aunque puedan ser juzgados de disímiles modo porque confían, en que a la postre, se les juzgará por su obra.
La diferencia entre política gubernamental y política artística es el poder. Al arte no le interesa el poder, a los gobiernos sí. Y como, vaya perogrullada, la estética es muchas veces hija de una política gubernamental, en esas ocasiones la estética se ve precisada a ciertas concesiones que pueden enturbiarla o no, depende de la habilidad del artista para sortear los escollos sin que la factura de su arte sufra el único defecto imperdonable desde el ángulo estético, convertirse en octavilla política.

En las sociedades cerradas, como el caso cubano, abunda el octavillero pero este no es quien interesa a la política, ese, por burdo, sirve quizás para el entretenimiento doméstico, pero no alcanza a influir y es desechable. Se apela entonces al artista verdadero, aquel que, aunque muestre ciertas aristas de aparente inconformidad --que en las más de las ocasiones son beneficiosas para los gobernantes porque también pueden reflejar cierta tendencia a la tolerancia-- ya que este es quien logra una influencia real en las zonas de interés.

Bajo esas circunstancias el artista en la sociedades cerradas tiene pocas opciones. La organicidad supone para él complicidad, y por tanto defensa a toda costa. La criticidad lo sitúa en una maroma tambaleante con límites bien definidos que lo conducen más bien a una complicidad solapada. La radicalidad lo lleva directamente al ostracismo. ¿Qué hace entonces? Intercambia. Hace concesiones que le permitan a él y a su obra sobrevivir, y apuesta a que su obra lo salve estéticamente a largo plazo.
Eso es lo que hacen, a mi modo de ver, los artistas cubanos que han optado por ejercer bajo la égida del gobierno. Habiendo sido legitimados por su público natural, se ven obligados a aceptar los términos de ese gobierno para buscar la legitimidad en otros entornos, y ahí comienza el intercambio de ambas políticas, la artística y la gubernamental. Y lo que se resquebraja entonces no es la estética ni la política, sino la ética. Si en política las márgenes éticas son muy difusas porque pueden moverse según los intereses, en arte la ética puede conllevar juicios estéticos, si no errados, por lo menos muy discutibles, y ese es el riesgo mayor que corre el artista al comprometerse con una política, porque aunque lo salve la estética, puede también condenarlo la ética. De Pablo Picasso se dice como mácula que fue comunista; de Günter Grass, que fue fascista. Y, está claro, para inmaculados, los santos.

Visto así, el intercambio verdadero no tiene absolutamente nada que ver con la comunidad cubana en el extranjero y la comunidad en la isla. La isla, aunque dividida por razones políticas, es una sola. Sus artistas, de un modo u otro, han sido legitimados por su público natural. Celia Cruz , Willy Chirinos y Gloria Estefan son instituciones artísticas indiscutibles dentro y fuera de la isla, le guste o no al gobierno; Chucho Valdés, Pablo Milanés y Eliades Ochoa también. Entonces, ¿dónde habita el entresijo oculto de la política de intercambio cultural.
Me atrevo a una propuesta. El gobierno cubano sabe que los artistas cubanos en el exilio, legitimados por su comunidad de ambos lados, llevan la ventaja en los circuitos internacionales porque poseen todas las libertades de movimiento, excepto la de actuar dentro de la isla, y pueden ejercer su influencia sin trabas. Como medida de choque, permiten salir a los que viven dentro de la isla, son confiables, y lo suficientemente sagaces como para no arriegar el doble estandar, y a quienes muestran como logros de su política. Así las cosas, el intercambio cultural no es de comunidad exiliada con comunidad insular, sino una batalla en el campo internacional en la que se supone que una de las partes ejerza mayor influencia, y ellos apuestan por los suyos. Pero, sobre todas las cosas, aspiran a que aquellos artistas que consideran suyos salgan a dar la pelea, sin permitir que los considerados no suyos entren a la isla a dar la suya. Reciben del extranjero a quienes comparten sus ideas políticas y que al regreso engrosarán las filas de su avanzada de nacionales. Es política no arte.

sábado, 26 de diciembre de 2009

SABADOS DEL AYER








Esta sección debo agradecerla a mi amigo, el poeta Manuel Sosa, que tuvo la gentileza de, mientras yo estaba en una cárcel de Cuba, él iba leyendo mis textos y los guardaba. A mi llegada a Estados Unidos, el poeta, desde Atlanta, me hizo llegar un CD-R con el archivo completo.





Frente frío






Manuel Vázquez Portal
Grupo de Trabajo Decoro



Vienen noticias del atroz invierno.
                                  Eliseo Diego.




LA HABANA, enero, 27 de 2000. www. Cubanet.org - Cuba no conoce la nieve. Sufre de inviernos breves e intermitentes. Tropical y sandunguera, es hija de la luz y del calor. En la llamada temporada invernal el cielo se mantiene esplendoroso y la playa azul. Son escasas las lluvias y de cuando en cuando entra algún frente frío que aprovechamos para sacar los trapitos gordos.
Aquí la gente no está acostumbrada a largos períodos de hibernación. Ligeros de ropas brillamos de sudor bajo un sol refulgente. No dividimos el ropero por estaciones ni acumulamos víveres para la época gris. Comemos, frescos, las frutas y vegetales que la tierra nos brinda todo el año. No tenemos que salvar los animales de las grandes heladas ni corremos el riesgo de morir congelados.

Si un cristal se hace añicos bajo el impacto de una pelota malcriada, nadie se preocupa por la ventisca venidera y lo sustituyen cuando Dios se acuerda. Compramos un abrigo pensando que nos durará toda la vida y, como lo usamos más bajo el brazo que sobre el cuerpo, siempre podemos dejarlo como regalo para algún pariente. Parece idílica la Isla. Es un sueño bucólico.

En pleno agosto, cuando el sol arde como un látigo sobre la piel, pueden escucharse imprecaciones y lamentos denostando del verano. Cuando llega diciembre, y arriba el poco invierno que nos toca, entonces, las lamentaciones son añorando el verano. Cuando, a las diez de la mañana, después de un amanecer frío, el sol empieza a picar, el más típico de los improperios contra el clima es aquél de: "Este jodido país no hay quien lo entienda, tan pronto hace frío como calor". Y es cuando empezamos a quitarnos chalecos, enguatadas, chamarretas, bufandas, chubasqueros, jersey y hasta sobretodos.
Porque eso sí, cuando el cubano tiene frío, a más de castañetear los dientes, ponerse cenizo y alborotársele el apetito, se envuelve en cualquier cosa. Y es cuando usted puede disfrutar el más pintoresco de los desfiles. Se desempolvan piezas de estilos, modas, épocas y lugares inconcebibles.


Pasa una anciana enrollada en un mantón peludo que le da más aire de perrita pequinesa abandonada que de señora honorable. Pasa un señor de dudosa elegancia que exhibe una chaqueta americana de piel, ya acartonada y crujiente, que debe de haber heredado del mismísimo Bufalo Bill. Pasa una muchacha con suéter tejido a mano y de un color ya irreconocible que exhala aún el arcaico aroma del perfume que usara su abuela en la juventud. Pasa un niño, con padre de acceso al dólar, enfundando en un jacket sobretalla comprado con la evidente intención de que le dure hasta que sea un hombre. Para un turista, colorado y risueño, tocado con una breve camiseta sin mangas como para echarnos en cara que nosotros no sabemos lo que es el invierno. Y pasa el pueblo entero emburujado en lo primero que encontró dentro de los escaparates más desprovistos del mundo.
Pero no es la escasez de abrigos lo más terrible del invierno actual cubano. Lo verdaderamente atroz es la falta de estufa interior. Un estómago sin bufanda de queso y jamonada, vino y pescado, chorizo y chocolate, es la peor de las intemperies. Con un buen bistec entre ombligo y columna vertebral cualquiera le enseña la panza a la nevada. Pero, oiga, con un poco de "cerelac" en la tripa como única arma contra el frío, tiembla hasta el oso polar del Zoológico Nacional con el primer vientecito que nos llegue del Norte. Invierno sin grasas y proteínas no anda creyendo en edredones ni frazadas, prendas invernales que tampoco se ven muy a menudo en los hogares del país.

viernes, 25 de diciembre de 2009

NOCHE BUENA EN RED LAND



                                Gabriel y Samuel


Yoly, Taire, Gabriel y Samuel


Taire, Isauro, Samuel y Gabriel

Pablo, Samuel y yo





Pablo, Julia, Yoly y yo


Samuel y yo


Taire, yo e Isauro


Yoly y Garbriel


Gabriel, Yoly y yo



Samuel y la guitarra


Yoly, Taire, Isauro y el pobre cerdo.

jueves, 24 de diciembre de 2009

DEJAME QUE TE CUENTE






Delicioso edén

(novela inédita)


Capítulo cuatro.


Enrique soltó el bate y corrió desmelenado hacia primera base. Había conectado una pequeña línea entre segunda y tercera. Los gritos de su equipo lo convocaban a que redoblara la velocidad. Pero él sabía que las piernas no le alcanzaban para más. Se había aplicado a fondo. No le quedaban reservas. Era el límite de lo que podía. En un esfuerzo supremo quiso adelantar más velozmente y fue cuando sintió que el suelo se le iba de debajo de los pies. Estiró el cuerpo hacia adelante y en el deslizamiento experimentó el escozor de la tierra en las palmas de sus manos. Un chasquillo seco, con sonoridad de petardo, lo puso al tanto de que la pelota lanzada desde medio campo había llegado al guante antes de que él pudiera hacer contacto con la almohadilla. La rechifla de amigos y contrincantes le avisó que estaba fuera de juego.

Quedó tendido sobre la tierra sin vigor para incorporarse. No sabía si era impotencia, rabia o vergüenza. Todo junto creyó. Impotencia porque el esfuerzo lo había dejado exánime. Rabia porque su padre, quien siempre le exigía que él fuera el mejor en todo, estaba mirando el juego, y lo volvería a recriminar con esas frases ríspidas que tanto le dolían. Vergüenza porque minutos antes de empuñar el bate había vuelto la mirada hacia el público y había descubierto a Rebeca rogándole con los ojos que no volviera a hacer el ridículo. Quería, más bien, que la tierra se lo tragara allí mismo.
Enrique comenzaría ese año sus estudios universitarios. Pero no sospechaba que su padre ya había elegido por él. No sería ingeniero, como soñaba desde niño. Sería militar. Necesitaba endurecer ese carácter ensoñador que había heredado de su madre. Fortalecer ese cuerpo de galán escuálido de películas románticas. Perder los melindres a que se había acostumbrado por ser un hijito de papá. Había llegado el momento de que aprendiera cómo se empinaba un hombre verdadero.
José Enrique, su padre, era amigo del coronel Rodolfo. Y el coronel Rodolfo había hecho todas las gestiones para que Enrique fuera a estudiar en Alemania. Ese verano en la casa de la playa del ministerio del interior se había fraguado el plan. Mientras Enrique pedaleaba en una bicicleta acuática junto a Rebeca, los padres de ambos conspiraban para que el muchacho tuviera, según ellos, un porvenir promisorio y, quién sabe, si hasta se enlazaban las familias. Rebeca sentía una irrefrenable inclinación hacia Enrique. Le gustaba a resecarle los labios y humedecerle la entrepierna. No perdía tiempo ni oportunidad para insinuársele. El coronel Rodolfo lo sabía. Pero no le preocupaba. Estaba persuadido de que a Enrique no le gustaban las mujeres. Y Rebeca aprovechaba esa circunstancia para no apartarse del joven.
─Henry, no hagas el ridículo. Dile a tu padre que no te gusta la pelota. Le había dicho Rebeca.
Y ahora tendido sobre la arena del campo de béisbol donde acababa de asegurarle una derrota a su equipo, recordaba que no había tenido valor para contradecir a José Enrique. Su padre se le imponía sin darle siquiera la oportunidad de replicar. Así había sido siempre, desde la infancia. Su padre ordenaba y él obedecía. Rebeca, sin embargo, tenía un carácter audaz y rebelde. El coronel Rodolfo se vanagloriaba de que ella había heredado su temperamento.
─Si Rebequita le gustara a tu hijo, harían una buena pareja. Le dijo a José Enrique convencido de que entre los muchachos nunca ocurriría nada.
José Enrique, rabioso internamente, simuló no captar la insinuación y respondió con el mayor de los desganos.
─Sí, se compensarían uno al otro, pero por el momento es mejor que estudien.
─Despreocúpate, hombre, ya la beca del muchacho está garantizada.

Y caminó hacía una nevera que yacía a la sombra de un cocotero que se elevaba en el patio de césped cuidadosamente cortado y regado por las manos del viejo jardinero que era a la vez cocinero y guardián de la casa, hombre de confianza porque también era veterano y mutilado de la guerra de Angola. Tomó dos botellas de cerveza helada. Le brindó una a su amigo y miró hacia el mar con rostro de satisfacción.
Rebeca y Enrique eran apenas un punto en lontananza. Se habían alejado tanto de la orilla que era imposible distinguirlos a simple vista. La bicicleta acuática se balanceaba rítmicamente con el vaivén de las pequeñas olas. Unas gaviotas sobrevolaban en círculo sobre la playa. El sol fulgía sobre el agua en un rielar de oro. Las mujeres de ambos, tendida sobre la arena se dejaban broncear lentamente por los rayos benignos del atardecer, y quizás rememoraban otros tiempos y otras playas. Los hombres chocaron las botellas y bebieron. Del mar venía una música mansa, serena, fluida.
─Siempre me has gustado, Henry. Decía Rebeca entre besos apresurados y fogosos.
El muchacho la dejaba hacer. Ella se había acaballado sobre él. Era un ardor de caricias febriles. Se había zafado el sostén del bikini y apretaba sus pechos turgentes contra el pecho de Enrique. Las pieles saladas ponían un sabor de algas en los besos. La bicicleta se bamboleaba a la deriva. Las pequeñas olas impulsadas por una brisa cadenciosa chocaban en los laterales de la bicicleta con un chasquido similar a los besos voraces de Rebeca. Enrique cerró los ojos y se dejó amar. Rebeca no era su ideal femenino pero su padre siempre le había dicho que había que hacer el papel de hombre.
Y sintió que se ahombraba. Una erección pujante comenzó a pugnar contra la tela de la trusa. Rebeca se percató inmediatamente de la sublevación que se fomentaba justo en el sitio donde las telas de ambos trajes de baño impedían la escaramuza. Con destreza desenfada desató los lazos laterales que ajustaban el bikini a sus caderas y se ofreció a Enrique y a la tarde con la naturalidad de las cosas elementales.
Enrique pensó que estaban sobrepasando los límites. Pero Rebeca era una fiera en celo. Una locomotora sin frenos. Con ambas manos tiró de la trusa del muchacho y quedó maravillada. La promesa era una realidad. Muchas veces, en sus fantasías eróticas, había intuido que Enrique estaba armado a su medida.

Los labios se le desenfrenaron. No pudo contener el deseo de acariciarlo. Enrique sintió que sus músculos se contraían y aflojaban espasmódicamente. Que el aire le sobraba en el pecho. Que los pulmones se le quejaban en suspiros gruesos, de sonoridad desacompasada.
Sin saber cómo, cuándo, se sintió arropado por Rebeca. Dentro de ella en carne y sueños. Vio un chisporrotear de luces en el horizonte. Fusilazos de azul. Relámpagos de rojos. Borbotones de verde. Se borraron las casas y los cocoteros de la costa. Se borraron los barcos de velas que se deslizaban en la lejanía. Se borró la playa, el sol, la bicicleta acuática.
Rebeca, a horcajadas sobre él, gemía de un gozo inmemorial, remoto, seminal. El navegaba en las profundidades de un disfrute sin parientes. Deseaba que nunca acabara. Añoraba la eternidad del momento prodigioso. Temía el final. El regreso a la realidad. La dicha lo aplastó. Cruzó el delirio. Traspuso lo inefable.
Una laxitud insondable se apoderó al fin de ellos y el mar volvió a tener música y contornos. Fue otra vez realidad el sol recostándose a la última pared de la tarde, la bicicleta navegando al pairo, la desnudez con sabor de algas.
─No hay mejor remedio para el verano que una cerveza congelada. Dijo el coronel Rodolfo palpándose la abultada barriga después de un largo trago a pico de botella.
─Esos muchachos se han alejado mucho. Dijo José Enrique.
─No se preocupe, hombre, no se van a ahogar. Rebeca sabe nadar.
José Enrique volvió a sentir la punzada de las insinuaciones del coronel y tuvo ganas de responderle con una grosería pero se contuvo, amordazado por sus propias dudas.
Enrique se incorporó. Recogió la gorra que había salido volando en su deslizamiento. Se sacudió con ambas manos la tierra que tenía en la camisa y el pantalón y caminó hacia la caseta donde estaban sus compañeros de juego.
“A la mierda la pelota, a la mierda papá y a la mierda Rebeca”. Dijo para sí, tomó la bolsa donde tenía sus pertenencias y se marchó sin siquiera despedirse de los muchachos del equipo. José Enrique lo alcanzó dos cuadra más arriba y se dio cuenta, cuando detuvo el auto para que montara, que el rostro fiero de su hijo despedía un brillo de violencia que no le permitiría jamás nuevas reprimendas.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

DOS MÁS DOS, SON 75


Daniela no pasará estas navidades con su padre.

Por Manuel Vázquez Portal

Daniela no pasará tampoco estas navidades con su padre. Ha crecido sin saber como es una Noche Buena junto a Normando Hernández, ese hombre tierno que le ha dado más besos sobre una cartulina donde está su imagen que sobre las mejillas.

En las siete navidades de su vida Daniela no ha podido ver a Normando y a Yaraí armar un arbolito para ella. Normando Hernández y Yaraí Reyes son sus padres. Y Daniela no ha podido verlos armar el arbolito porque Normando está preso.
Cuando ella apenas iba a cumplir un año su padre se escondió de la policía política cubana subido en un árbol porque el día 22 de marzo de 2003 era su cumpleaños y él quería celebrárselo. Se lo celebró en una fiestecita clandestina. Luego se entregó y lo condenaron a 25 años de cárcel.
Desde entonces Daniela no ha vuelto a pasar un cumpleaños ni unas navidades junto a su padre. Normando Hernández lleva casi siete años preso por querer que Daniela y todos los niños cubanos supieran las verdades y conservaran sus fantasías.
Normando es uno de los periodistas independientes que el gobierno mantiene encarcelados desde la Primavera Negra de 2003 cuando Daniela iba a cumplir su primer año. Entonces era un hombre sano y fuerte con sólo 33 años. Hoy mismo Normando está ingresado en el hospital de una cárcel, tiene 40 años, la salud muy quebrantada y no podrá pasar las navidades con Daniela.




Mal día para nacer

Por Alternán Carretero.

El 4 de abril vino marcado como un mal día para Pablo Pacheco. Nació bajo el signo del fracaso de una zafra que había sido cacareada como la más grande de la historia cubana. Y eso ya podía significar una desgracia. Desde entonces se sabía que los 10 millones de toneladas de azúcar no se fabricarían. La autoridades, que debían estar avergonzadas, estaban rabiosas. Fue un mal año. La gente comenzó a perder las ilusiones.

Siete años después, cuando aún no sabía que el Che Guevara sólo era un asmático asesino, lo obligaron a ponerse una pañoleta al cuello y decir que quería parecerse a ese hombre. El 4 de abril es el día en que se celebra la fundación de los pioneros, Pablo Pacheco tuvo que resignarse a parlotear el lema como un lorito amaestrado.
Treinta y dos años más tarde, ese mismo 4 de abril lo condenaron a 20 años de prisión por ejercer el periodismo independiente, por no querer seguir siendo un loro que repite mentiras obligadas.
De los encarcelados en la Primavera Negra Pablo era el más joven. Hoy tiene 39 años y aún sueña con decir sus verdades. Desde la cárcel mantiene una página digital donde cuenta y analiza su realidad. Gracias a Claudia Cadelo que lo aloja en su blog Octavo Cerco podemos saber que Pablo Pacheco sigue siendo el más joven y más soñador del Grupo de los 75.

martes, 22 de diciembre de 2009

OTRO CANTAR

Mis sagrados llantos





Por Orlando Fondevila









Lloré aquel día
en que técnicas manos me forzaron
a conocer la helada luz humedecida
de mi primer enero
los sillares hoscos y en capullo
desde ya soldados al derrumbe.


Lloré aquel día
en que supe por azar que yo marchaba
por los bordes temibles
compulsivos y sediento
avaros
y fatales de la nada.


Lloré aquel día
en que un hermosos conejo desollado
impregnó sus ojos en los míos
dejando su desolación y su no-entiendo
como un eterno lastre en mi hombradía.


Lloré aquel día
en que se torció la luna en su penumbra
y una verde mirada dijo no
al primer y más puro madrigal
de mi incipiente melódica selva.


Lloré aquel día
en que mi fiel perra decidió esperarme
con su mirada fija y su pospuesto lamido
hasta la compañía definitiva.


Lloré aquel día
de pies a cabeza lloré,
lloré hasta crujir mis armazones
hasta inundar mis arrugas y mis marcas
hasta anegar mis sueños mal escritos
hasta desordenar mis acertijos
lloré
aquel terrible día en que blancos cabellos
se marcharon de mi concierto inestable
dejándome solo.


Lloré aquel día
en que supe que mis grandes edificios
no eran más que un montón inerte
de falsos ladrillos y argamasa espuria
cual contrabando de rojas fintas
en el bolsón de humo de mi alma.


Tristes los grandes llantos de mi vida
que aguardan
cual astillas de homófonos átomos
el siempre ansiado llanto de alegría,
ese que sobrevendrá
-por eso vivo-
cualquier día.

lunes, 21 de diciembre de 2009

CANTAR DE LA SABANA







La última cena





Está la mesa servida.
Hay frugalidad y engaño.
Soy en la mesa un extraño.
La pobreza es quien convida.
Platos de tristeza hervida
exhalan su aroma raro.
Tomo la copa, me paro.
Hago silencio, saludo
y de un golpe seco, rudo
bebo nuestro desamparo.


Falta la sopa, el pescado,
ausente está la ensalada,
del pan una rebanada
alcanzamos. El asado
es un sueño del pasado,
un fantasma que alimenta
la memoria. No se sienta
la abuela: se va a rezar.
¿Quién nos ha puesto a cenar
en mesa tan suculenta?


Es Noche Buena. Jesús
no se atreverá a nacer
este año. No querrá ver
para qué murió en la cruz.
Mi madre, como a trasluz
se asomará a las ventanas
del recuerdo. Tendrá ganas
de cantarme un villancejo:
¡Ay, hijo, te has vuelto viejo
sin conocer las manzanas.


No hubo dulces. No hubo vinos.
La luz muere macilenta.
Los magos, sin darse cuenta,
tomaron otros caminos.
Nos levantamos cansinos
de la mesa. Es el final.
Voy a la cama. Total
es mi angustia. No me duermo.
Pienso en mi país enfermo.
Olvido la bacanal.


La Habana, 24 de diciembre de 2000

domingo, 20 de diciembre de 2009

OJEADAS







Cuando no queda más






Por Manuel Vázquez Portal





La sociedad civil cubana ha sacado de quicio al gobierno castrista. Lo tiene acorralado. Lo ha obligado a mostrar su esencia violenta y represiva.
El gobierno quizás crea tener el control pero lanza golpes a ciegas y mientras aporrea, insulta, encierra, en vez de doblegar, más resistencia y gallardía genera en la sociedad civil. Es la oposición quien está a la ofensiva.
Las expectativas de un Raúl Castro pragmático, aperturista se han volatilizado. Eso fue un sueño de teóricos, de gentes de buena fe. El pueblo lo sabía de antemano y no se dio tregua para soñar. El monstruo de las precariedades estaba despierto, vomitando angustias. Los ramos de olivo se marchitaron a la vista de todos. Los anuncios de cambios estructurales fueron cantos de sirenas. La supuesta flexibilidad ha devenido recrudecimiento del legado de su antecesor.

Una somera inspección por su período de gobierno es una friolera de negaciones a todo lo esperado. El gobierno de Barack Obama extendió la alfombra y dio los primeros pasos. El gobierno cubano volvió a arrollar la alfombra y reculó hasta las más viejas, partisanas trincheras. España quiso apostar por el relevo y sus elegidos carenaron en la oscuridad de la defenestración. La Unión Europea intentó dialogar y descubrió que sus palabras chocaban con la sordera heredada por el nuevo gobernante.
¿Qué hacer? Entre explosión social y tanques en las calles podría dirimirse la encrucijada. Un gobierno, establecido hace 50 años por medio de la violencia, y sostenido durante medio siglo por la violencia, tiene como credo sólo la violencia. Es ingenuo creer que con los buenos oficios del Partido Socialista español--formación política que ha demostrado que en sus predios no mora tino-- se lograrán cambios en Cuba. Es candoroso pensar que Barack Obama no tenía información sobre las ya previsibles --por cíclicas y semejantes-- reacciones del gobierno cubano frente a cualquier amago de acercamiento con intenciones de cambios.
Frente a los intentos de cordura de James Carter, quien estableció las Oficinas de Intereses de ambos países en La Habana y Washington, permitió las visitas de la comunidad cubana a la isla, ayudó a Cuba y México a negociar sus fronteras marítimas, recibió a cambio el masivo éxodo de Mariel.
Bill Clinton, quien en su política de mejoramiento de la relaciones, se negaba a firmar la Ley Helms Burton y propició como nunca antes el intercambio académico y cultural, tuvo en pago el derribamiento de dos avionetas civiles de Hermanos al Rescate y la Crisis de los Balseros.
Barack Obama, quien propuso una línea de diplomacia directa con amigos y enemigos, además del calificativo de cínico endilgado por el Reflexionante en Jefe, ya lleva --por la parte cubana-- la desvergonzada propuesta de intercambiar opositores pacíficos encarcelados en Cuba por espías cubanos encarcelados en Estados Unidos y la detención en La Habana de un ciudadano estadounidense, al que todavía no le han brindado acceso consular, y por el que habrá que esperar una propuesta más desvergonzada aún.

La espiral de represión desatada en el último año, podría decirse que también responde a la intentona de acercamiento de la administración de Barack Obama, pero sería un análisis parcial, aunque no desacertado. Es cierto que el gobierno cubano no quiere negociar con la Casa Blanca porque eso, a mediano plazo, sería el inicio de su remodelación, pero lo verdaderamente cierto es que el gobierno cubano con quien no está dispuesto a negociar es con el pueblo cubano porque eso sería su pérdida definitiva. Y es frente a ello que reprime, aterroriza, escarmienta. No tiene otra alternativa. Cárcel contra los opositores. Turbas contra las Damas de Blanco. Golpes e insultos contra los blogueros. Muros contra las ideas y la convivencia. Hambre, desaliño, desmoralización, emigración contra la sociedad en general. Eso es insostenible cuando no queda más que lanzarse a la calle a pesar de la latente amenza de los tanques destrozando con su estruendo los ya derrengados edificios y cicatrizando para siempre el asfalto con sus orugas.